Las próximas elecciones presidenciales en Colombia serán la oportunidad para demostrar si hacemos parte del juego –polarización de los medios y las figuras mediáticas del país, etc.- o si, por el contrario, buscamos una representación que sea el centro de diálogo donde el protagonista sea el ciudadano que le aporta positivamente a la sociedad y no el delincuente de turno en el poder o en las calles.

El verdadero cambio nacional empieza con el voto, es el principal instrumento de transformación y manifestación contra la clase política tradicional. Empoderarse del mismo, implica ser consciente de los efectos nocivos de mi abstención e indiferencia.

Es claro, que cuando una población vota masivamente, es muy difícil alterar los resultados, distinto a lo que ocurre en elecciones parlamentarias donde cada voto puede hacer la diferencia para acceder a un escaño en el Congreso de la República y resulta más fácil, en algunas regiones del país, alterar los mismos teniendo resultados inmediatos para los implicados.

Lo anterior no implica, que en un país donde tradicionalmente se han robado elecciones, se vota con fotocopias, han asesinado candidatos y donde hemos tenido presidentes patrocinados por la mafia o el paramilitarismo, no se logren alterar considerablemente los resultados.

Estas elecciones pueden demostrar, una vez más, el poder de las maquinarias políticas y el “voto amarrado” en algunas regiones del país, engendrado en Cambio Radical y German Vargas Lleras, la peor expresión rampante de la política, quien hace campaña con dinero del gobierno y con sus obras mediocres, que, por cierto, no son un favor personal sino una obligación al estar en el poder.

O, por el contrario, demuestra el poder del radicalismo religioso, la violencia y la impunidad paramilitar y mafiosa engendrada en la secta de Alejandro Ordoñez (ex procurador general, destituido por elegirse de manera fraudulenta e ilegal), Jhon Jairo Velásquez (alias Popeye) y Álvaro Uribe Vélez, quienes utilizan Twitter como su tribuna política para amenazar y generar miedo.

A lo anterior, se suma la turba iracunda de la izquierda, quienes ven en Gustavo Petro al mesías colombiano al mejor estilo de los uribistas, quien a pesar de haber sido uno de los mejores parlamentarios en su momento y haber hecho transito a la vida política de manera legal, al momento de administrar, su ego, terquedad y negligencia le pasaron cuenta de cobro en muchos asuntos.

No se puede pretender solo gobernar para la clase baja, brindando beneficios y subsidios estatales, desconociendo un gran porcentaje de la población, así como tampoco puede gobernarse, únicamente, en pro de la empresa privada y de aquellos que tienen la oportunidad de ir a una universidad o emprender.

Colombia, necesita un líder dispuesto a dialogar y a reconocer cuando está equivocado o no tiene conocimiento de algo, rodeado de personas con experiencia, conocimiento y calidad humana, un personaje que ha demostrado como gobernar sin clientelismo y ha derrotado las élites políticas regionales.

Es el momento de tener como presidente un profesor, quien permita darle a la educación el valor y posición que se merece, alguien que saque al país de la discusión entre guerra y paz o guerrillas vs paramilitares, un personaje tibio para tomar decisiones y hacer política.

Quizás, la última esperanza y, posiblemente, el último voto, para tener la ilusión de volver, de soñar y de dormir tranquilo. Profe Fajardo en usted deposito esta última oportunidad, de no ser así, que el fútbol, el ciclismo y el deporte, en general, sigan rescatando a Colombia.