Por Alejandro Werner

El comienzo de 2016 ha sido difícil, como lo demuestran los recientes estallidos de volatilidad financiera, consecuencia de la incertidumbre acerca de la desaceleración económica en China, la caída de los precios de las materias primas y las divergentes políticas monetarias aplicadas por las economías avanzadas.

La recuperación mundial sigue luchando por afianzarse, en un contexto en que las dificultades de algunas grandes economías de mercados emergentes empañan las perspectivas de crecimiento. En el caso de América Latina y el Caribe, se prevé ahora que en 2016 el crecimiento sea negativo por segundo año consecutivo, la primera vez que algo así ocurre desde la crisis de la deuda de 1982–83, que desencadenó la “década perdida” para la región (véase el cuadro).

La recesión regional, sin embargo, oculta el hecho de que la mayoría de los países continúan creciendo, en forma moderada pero indudable. En particular, la situación específica de cada país la determina la interacción entre los shocks externos y los fundamentos internos de la economía. Mientras que los países con sólidos marcos de política económica han venido ajustándose a los shocks externos en forma suave, aquellos cuyos fundamentos internos son más débiles están experimentando una caída significativa.

El marcado descenso de los precios de las materias primas (que oscila entre 30 por ciento y 50 por ciento en relación a su valor máximo dependiendo del país) ha provocado pérdidas significativas en los ingresos por exportación (estimadas en alrededor de U$S 200.000 millones para las siete economías consideradas). Sin embargo, el tamaño de los shocks de los términos de intercambio en relación con el de esas economías (menos de 1 por ciento del PIB en el caso de Argentina, Brasil y México en 2015/2016) no es suficiente para explicar la gravedad de la contracción sufrida por algunas de ellas. De hecho, nuestra proyección de crecimiento negativo está determinada principalmente por cuatro países (Argentina, Brasil, Ecuador y Venezuela), ya que la caída de los precios de las materias primas, combinada con desequilibrios macroeconómicos y distorsiones microeconómicas, ha dado lugar a fuertes retrocesos de la inversión privada (véase el gráfico).

En general, para el mediano plazo se prevé que el crecimiento se mantenga débil, lo cual subraya la importancia de resolver los retos internos.

Las perspectivas para la región en su conjunto también esconden importantes diferencias a nivel subregional. Si bien América del Sur se ve fuertemente afectada por la caída de los precios de las materias primas, México, América Central y el Caribe se benefician del fortalecimiento de la economía de Estados Unidos y, en la mayoría de los casos, del abaratamiento del petróleo.

América del Sur

Chile, Colombia y Perú continúan un proceso de ajuste relativamente ordenado, en donde la combinación de políticas económicas (grandes depreciaciones del tipo de cambio, consolidación fiscal paulatina y políticas monetarias acomodaticias) ha evitado una contracción económica. Las bases para el crecimiento permanecen firmes, entre ellas marcos de políticas sólidos, instituciones creíbles, mercados financieros sólidos y costos favorables de endeudamiento externo. Sin embargo, se prevé que el crecimiento potencial sea menor debido a que la transición hacia fuentes de crecimiento más diversas probablemente llevará tiempo. En Bolivia, el crecimiento también se mantiene fuerte, pero enfrenta riesgos originados en sus crecientes deuda pública y déficit de cuenta corriente.

En Brasil, una combinación de fragilidades macroeconómicas resultantes del lento ajuste interno, el escándalo de amplias proporciones que involucra a funcionarios del gobierno y empresarios, y problemas políticos, ha paralizado la inversión y domina las perspectivas económicas. Tras una fuerte contracción de 3,8 por ciento en 2015, se prevé que el producto retroceda otro 3,5 por ciento en 2016, la mayor contracción total desde 1981–83. El desempleo ha crecido considerablemente, y la inflación se ubica en niveles de dos dígitos. La disfuncionalidad del sistema político sigue demorando la adopción de una estrategia fiscal creíble para colocar la deuda pública en un sendero sostenible, situación que indujo rebajas en las calificaciones crediticias y un aumento de los costos de financiamiento. Aunque las exportaciones comienzan a mostrar signos de fortalecimiento ante la marcada depreciación del real, la resolución de las incertidumbres en el plano político y en el ámbito de las políticas económicas es esencial retronar a tasas de crecimiento positivo.

En Venezuela, las distorsiones de larga data de la política económica y los desequilibrios fiscales ya estaban provocando un efecto pernicioso sobre la economía antes del derrumbe de los precios del petróleo. Esos problemas se agravaron cuando el descenso de los precios del petróleo desencadenó una crisis económica, con una caída del producto estimada en casi 18 por ciento durante 2015 y 2016 (la tercera mayor caída en el mundo). La falta de divisas ha redundado en una escasez de bienes intermedios y un desabastecimiento generalizado de bienes esenciales —incluidos los alimentos— que acarrean consecuencias trágicas. Los precios siguen trepando fuera de control, y prevemos que la inflación aumente a 720 por ciento este año, después de alcanzar una tasa récord mundial en torno a 275 por ciento en 2015.

En Argentina, el nuevo gobierno ha iniciado una importante transición para corregir desequilibrios macroeconómicos y distorsiones microeconómicas. Se han tomado medidas significativas para avanzar en esa transición mediante el levantamiento de restricciones al mercado cambiario, la eliminación de varias restricciones al comercio internacional, y el anuncio de las principales directrices del marco macroeconómico y la supresión parcial de los subsidios a la energía. Este nuevo enfoque ha mejorado las perspectivas de crecimiento para el mediano plazo, pero es probable que el ajuste genere una leve recesión en 2016.

En Ecuador, las rigideces macroeconómicas impiden un ajuste más suave a la caída de los precios del petróleo. En vista del continuado descenso de esos precios y la apreciación del tipo de cambio real, prevemos una recesión durante el año en curso. Este pronóstico también refleja las medidas de consolidación fiscal correspondientes a 2015 y 2016, las ajustadas condiciones financieras y el régimen de dolarización que excluye la posibilidad de una respuesta de política monetaria.

México, América Central y el Caribe

Se prevé que México siga recuperándose a un ritmo moderado, gracias a la vigorosa demanda interna privada y los efectos de contagio de la fortaleza económica de Estados Unidos. La depreciación del peso y el abaratamiento de los precios de la electricidad debieran estimular la producción de manufacturas y las exportaciones. La reciente caída de los precios del petróleo tendrá este año solo un efecto limitado en las finanzas públicas, dado que ese riesgo ya cuenta con la debida cobertura para 2016. Sin embargo, si el shock de precios del petróleo se torna persistente, elevaría el esfuerzo de la consolidación fiscal en el mediano plazo.

América Central y la República Dominicana se han beneficiado de la caída de los precios del petróleo, un crecimiento más vigoroso en Estados Unidos y el incremento de las remesas, pero el reciente debilitamiento de los precios mundiales del café y del banano podría reducir ese impulso. Si bien los países del Caribe que dependen del turismo también se benefician de los bajos precios de la energía y la recuperación de Estados Unidos, la caída de los precios del petróleo, el oro y la alúmina han empeorado las perspectivas para los países del Caribe dependientes de las materias primas.

¿Qué podría fallar?

El aumento de las tasas de interés de Estados Unidos, llevado a cabo en diciembre pasado, tuvo un impacto limitado en los precios de los activos de Estados Unidos y América Latina, lo cual confirma que en gran medida los mercados ya habían incorporada esa decisión en los precios. Los riesgos restantes se relacionan con el sendero de tasas de interés previsto, donde la incertidumbre o revisiones repentinas podrían elevar la prima por plazo, situación que a su vez tendría efectos sustanciales en las tasas de interés a largo plazo de la región.

La región sigue siendo particularmente vulnerable a una desaceleración mayor que la prevista en China —uno de los más importantes socios comercial para la región—y a nuevas caídas de los precios de las materias primas.

En la propia región, un mayor deterioro de la situación de Brasil podría provocar un cambio repentino en la valoración de los activos regionales, así como una menor demanda de exportaciones entre los socios comerciales integrantes del Mercosur.

La recuperación de la inversión podría demorarse debido al alto nivel de apalancamiento que registran las empresas de la región. Ante la perspectiva de que el crecimiento de mediano plazo permanezca bajo, las empresas quizá deban ajustar sus balances, lo cual debilitaría las perspectivas para la inversión privada.

Prioridades de políticas

Las fuertes depreciaciones han creado tensiones incluso para los bancos centrales de la región que tienen un régimen de metas de inflación bien establecido. Al tiempo que la depreciación de la moneda interna aumentó la inflación, los bancos centrales debieron moderar el ajuste y mantuvieron las condiciones monetarias suficientemente relajadas para estimular la débil demanda interna. Pero el continuo deterioro de los precios internacionales de las materias primas ha provocado una inédita persistencia de la depreciación, haciendo que la inflación permanezca por encima de las metas de los bancos centrales durante un largo tiempo, excepto en México. Si bien mediante un claro proceso de comunicación se ha logrado mantener las expectativas de inflación adecuadamente ancladas, los bancos centrales respondieron a los últimos repuntes en las expectativas de inflación elevando levemente las tasas. En vista de los déficits en cuenta corriente existentes en toda la región, probablemente será necesario continuar con el ajuste del sector externo, lo que pondrá mayor presión sobre los tipos de cambio y dificultará la tarea de los bancos centrales de la región, particularmente ante la falta de presiones de demanda agregada.

En un contexto mundial que, según se proyecta, seguirá débil, prevemos que la región crezca a paso lento durante un período prolongado. El año 2016 será un momento para que las autoridades de la región actúen con cautela: es necesario permitir que el ajuste continúe y preservar los márgenes de maniobra de política económica. Las perspectivas regionales solo comenzarán a lucir más prometedoras cuando los desafíos internos que sufren las economías que actualmente se están contrayendo se hayan resuelto.\

Este blog fue publicado por el Fondo Monetario Internacional.