Este blog fue publicado por el Fondo Monetario Internacional.

Por Bertrand Gruss, Malhar Nabar y Marcos Poplawski-Ribeiro

¿Nos está leyendo en un teléfono o una tableta fabricado en una economía de mercado emergente? Probablemente mientras bebe té cultivado en Sri Lanka o en Kenya. Y no es descabellado pensar que esté a punto de embarcar, de camino a Shanghai, São Paulo o San Petersburgo.

La lista es interminable. Pero incluso si nos limitamos a unos pocos ejemplos de la vida cotidiana, es fácil detectar la presencia constante de las economías de mercados emergentes y en desarrollo en la economía mundial de hoy, un fenómeno que se ha ido acentuando a lo largo del tiempo.

La mejora de los marcos de política y las reformas estructurales de estas economías durante las dos últimas décadas han sido cruciales para esa transformación. Pero como muestra el estudio que publicamos en el capítulo 2 de la edición de abril de 2017 del informe Perspectivas de la economía mundial (informe WEO), el entorno externo también colaboró.

Ahora, estas economías están rodeadas de un ambiente posiblemente más complicado del acostumbrado durante las últimas décadas. Pero eso no les impide potenciar el impulso que puede recibir el crecimiento aun de condiciones externas menos propicias, dando con una combinación de políticas acertada y persistiendo en fortalecer los marcos institucionales.

El papel de las condiciones externas

Hoy por hoy, las economías de mercados emergentes y en desarrollo generan casi 80% del crecimiento económico mundial, casi el doble de dos décadas atrás. Su importancia para la economía mundial no se limita a su función como centros de producción o polos comerciales que empaquetan y despachan bienes que consumirán las economías avanzadas. Cada vez más, son también destinos finales de bienes y servicios de consumo: en la actualidad, les corresponde casi 85% del aumento del consumo mundial, más del doble de la cifra vigente en la década de 1990.

Estas economías están más integradas al sistema de comercio mundial y a los mercados de capital internacionales que en la década de 1990. Y a medida que se produjo ese cambio, los precios relativos de sus exportaciones e importaciones, la demanda externa y, en particular, las condiciones financieras externas, fueron ejerciendo creciente influencia en el avance de su ingreso real per cápita.

Por ejemplo, nuestro estudio muestra que alrededor de una tercera parte del repunte de 1½ puntos porcentuales que ha experimentado la tasa promedio de crecimiento del ingreso per cápita desde 2005 (frente al período 1995–2004) puede atribuirse al aumento de las entradas de capital. A lo largo del tiempo, la demanda de exportaciones de otras economías de mercados emergentes y en desarrollo también ejerció una influencia más marcada en el crecimiento a mediano plazo de estas economías.

Más allá de las cifras, la influencia del entorno externo se extendió a la naturaleza del proceso de crecimiento. Varias de estas economías han vivido aceleraciones y desaceleraciones del crecimiento que produjeron variaciones sostenidas de las tasas de crecimiento. Estos episodios parecen tener un efecto duradero en el nivel de ingreso per cápita. Una de las determinaciones de nuestro estudio es que las condiciones externas favorables aumentan la probabilidad de aceleraciones del crecimiento y reducen la probabilidad de desaceleraciones.

El crecimiento en un entorno externo más complicado

Las economías de mercados emergentes y en desarrollo han gozado de condiciones externas excepcionalmente favorables durante largos períodos desde el año 2000: una demanda externa vigorosa, entradas de capital relativamente abundantes y alzas de los precios de las materias primas.

Sin embargo, el entorno externo se complicó en los últimos años. La lentitud con que las economías avanzadas se recuperaron de la crisis debilitó la demanda de exportaciones provenientes de economías de mercados emergentes y en desarrollo. A medida que reequilibra su economía hacia el consumo y los servicios, China se apoya menos en las importaciones de materias primas. Y, a nivel más amplio, el ciclo de las materias primas está dando un vuelco desde 2014, lo cual ha recortado las tasas de crecimiento de los exportadores.

Algunos de los cambios observados en el entorno externo quizá persistan. Se suman también el riesgo de proteccionismo en las economías avanzadas y la desmejora generalizada de las condiciones financieras externas a medida que Estados Unidos normaliza su política monetaria. Por lo tanto, es probable que las condiciones externas impriman a las economías de mercados emergentes y en desarrollo un impulso de crecimiento más débil que en el pasado.

Margen de convergencia

El entorno es más complicado y el impulso de las condiciones externas en términos del crecimiento es más débil, pero —según las determinaciones de nuestro análisis— eso no impide a estas economías aprovecharlo, fortaleciendo los marcos institucionales, preservando la integración del comercio internacional, flexibilizando el tipo de cambio y conteniendo las vulnerabilidades que representan un déficit en cuenta corriente elevado y una pesada deuda pública.

Algunas de estas políticas también pueden contribuir directamente a estimular el crecimiento de las economías de mercados emergentes y en desarrollo, al margen de la evolución de las condiciones externas. Después de todo, 90% del grupo tiene un ingreso per cápita que no alcanza la mitad del nivel de Estados Unidos, así que existe un margen considerable para la convergencia en términos del crecimiento.