Este blog fue publicado por el Fondo Monetario Internacional.
Por Maurice Obstfeld
La economía mundial ha cobrado impulso desde mediados del año pasado, lo cual nos permite reafirmar, como habíamos pronosticado, que este año y el próximo el crecimiento mundial será mayor. Nuestras proyecciones indican que la economía mundial crecerá a un ritmo de 3,5% en 2017, lo cual representa un aumento frente al 3,1% del año pasado, y 3,6% en 2018. La aceleración tendrá amplio alcance y abarcará economías avanzadas, emergentes y de bajo ingreso, sobre la base de los avances que ya hemos observado tanto en la manufactura como en el comercio internacional.
Nuestra proyección para 2017 indica un crecimiento ligeramente superior al que habíamos previsto en nuestra última actualización. Esta mejora es atribuible fundamentalmente a las novedades económicas favorables para Europa y Asia, y dentro de Asia, en particular China y Japón.
Pese a estos signos positivos, muchos otros países seguirán bregando este año con tasas de crecimiento considerablemente inferiores a las registradas en el pasado. Los precios de las materias primas se han afianzado desde principios de 2016 pero siguen en niveles bajos, por lo cual muchos países exportadores de materias primas, en especial en Oriente Medio, África y América Latina, continúan estando bajo presión. Al mismo tiempo, ante la conjunción de condiciones meteorológicas adversas y disturbios civiles se cierne el peligro de hambrunas en varios países de bajo ingreso. En África subsahariana, el crecimiento del ingreso podría ser ligeramente menor que el crecimiento demográfico, pero definitivamente no en la misma medida que el año pasado.
El contexto político y la incertidumbre en torno a las políticas económicas
Persiste el interrogante de si podrá mantenerse el impulso actual. Se presentan posibilidades claras de una evolución positiva. En las economías avanzadas, la confianza de los consumidores y las empresas podría seguir mejorando, aunque los indicadores de confianza ya muestran niveles relativamente elevados. Por el otro lado, la economía mundial aún enfrenta vientos en contra. Por una parte, el crecimiento tendencial de la productividad sigue siendo limitado en toda la economía mundial, debido a razones complejas que hemos analizado en un estudio reciente y que probablemente persistan durante cierto tiempo. Asimismo, varios riesgos importantes amenazan nuestro pronóstico de base.
Por un lado está la incertidumbre en torno a las políticas macroeconómicas en las dos mayores economías mundiales. La Reserva Federal de Estados Unidos ha iniciado el proceso de normalización monetaria y es posible que pronto comience a redimensionar su balance. Debido a que la recuperación en Estados Unidos ha sido más rápida, la Reserva Federal se adelantó al Banco Central Europeo y el Banco de Japón, para los que aún no se prevén aumentos inminentes de las tasas de interés. Sin embargo, al mismo tiempo aún parecería que la política fiscal estadounidense será más expansiva en los próximos dos años. Si el grado de capacidad ociosa remanente en la economía estadounidense es pequeño, existe la posibilidad de inflación y de un aumento de las tasas de interés más rápido que el previsto, lo cual podría provocar una brusca apreciación del dólar y podría generar dificultades para las economías de mercados emergentes y en desarrollo, sobre todo aquellas economías cuya moneda está vinculada al dólar o que tienen fuertes pasivos en dólares. En China continúa un beneficioso proceso de reequilibramiento, que se observa en la redución del superávit en cuenta corriente y el aumento de los servicios como proporción del PIB; con todo, el crecimiento ha seguido apoyándose en un aumento del crédito interno tan rápido que podría causar problemas de estabilidad financiera más adelante. A su vez, estos problemas podrían propagarse a otros países.
Más allá de la incertidumbre coyuntural en torno a las políticas, una amenaza concreta proviene de la expansión en las economías avanzadas de movimientos políticos internos escépticos con respecto a la integración económica internacional, independientemente de que la integración se promueva a través de sistemas multilaterales basados en reglas para la conducción del comercio internacional, de acuerdos regionales de mayor alcance, como la zona del euro y la Unión Europea, o de normas acordadas internacionalmente para la regulación financiera. Un repliegue general del multilateralismo podría provocar heridas autoinfligidas; por ejemplo, el proteccionismo generalizado o una competencia por quién reduce más la supervisión financiera, en una pugna de todos contra todos de la que quizá todos podrían salir perdiendo.
¿Ya pasó el peligro?
La economía mundial puede estar cobrando impulso, pero no podemos estar seguros de que haya pasado el peligro. ¿Qué pueden hacer los países para resguardar y estimular la recuperación mundial?
No hay una receta universal sobre las políticas que los diferentes países pueden tomar en diferentes coyunturas. En general las presiones deflacionarias se han atenuado, pero debe mantenerse una orientación monetaria acomodaticia en los casos en que la inflación se sitúa persistentemente por debajo de los niveles fijados como meta. La aplicación de medidas fiscales favorables al crecimiento, en especial en los casos en que se dispone de espacio fiscal, puede apuntalar la demanda en las economías que aún lo necesitan y contribuir a aumentar la oferta y reducir los desequilibrios externos. En todos los países existen oportunidades para realizar reformas estructurales que eleven el producto potencial y creen mayor resistencia a shocks, si bien las prioridades específicas de reforma son diferentes para cada economía.
Para evitar el daño que acarrarían las posibles medidas proteccionistas se requerirá un renovado compromiso multilateral para respaldar el comercio, conjugado con iniciativas a escala nacional que ayuden a los trabajadores perjudicados por una serie de transformaciones económicas estructurales, incluidas las relacionadas con el comercio. El comercio ha sido un motor del crecimiento, que ha permitido elevar extraordinariamente el ingreso per cápita y reducir la pobreza en todo el mundo, especialmente en los países más pobres. Pero sus beneficios no siempre se han repartido equitativamente dentro de cada país, y el respaldo político al comercio externo seguirá debilitándose a menos que los gobiernos tomen medidas para invertir en su fuerza de trabajo y contribuyan al ajuste ante los trastornos que se produzcan. En otro de nuestros estudios recientes, en coautoría con el Banco Mundial y la Organización Internacional del Comercio, analizamos los posibles enfoques de política económica. Es importante destacar que estas medidas no solo deben respaldar el comercio sino también facilitar el ajuste ante una serie de cambios estructurales, entre ellos los derivados del rápido cambio tecnológico. También pueden elevar el producto potencial.
La cooperación internacional es clave
A escala internacional, el crecimiento y la estabilidad dependen de la colaboración multilateral para superar una variedad de problemas que trascienden las fronteras nacionales, y que se derivan no solo del comercio. Los retos son variados: supervisión financiera, elusión de impuestos, cuestiones climáticas, enfermedades, política sobre refugiados y socorro ante el hambre. La historia muestra que se logran mejores resultados abordando la interdependencia mediante la cooperación y la inclusión en lugar de negar los problemas. Sin embargo, a las autoridades nacionales les toca el trabajo duro de asegurar que los beneficios que conlleva la interdependencia, que son sustanciales, se distribuyan de manera amplia.
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