Fabián Salazar Guerrero. Director Fundación para el diálogo y la cooperación interreligiosa INTERFE.
Nuevamente en Colombia la palabra Paz, parece calificar muchas de las actividades y eventos de la vida cotidiana y encontramos entonces marchas por la paz, conciertos por la paz, grupos por la paz, conferencias por la paz, equipos por la paz y si continuamos, la lista sería interminable. En ésta misma dinámica parecen estar entrando las organizaciones religiosas pero en realidad ¿Están preparadas para la paz? ¿Están preparadas para aportar efectivamente a la reconciliación?.
Y sobre este tema no escribo por moda, ya que estas preocupaciones me han acompañado como teólogo desde los 90s. Esas primeras intuiciones aún siguen vigentes, pues todavía seguimos en guerra. Por convicción afirmo que ya no es únicamente una opción hablar de paz sino un deber, como hombres y mujeres de fe, el ofrecer nuestras vidas a consolidar un proceso de reconstrucción social permanente y heredada a las siguientes generaciones.
Iniciaré afirmando que no se pueden negar las buenas intenciones y mucho menos desconocer que la búsqueda de la paz hace parte de las misiones eclesiales y religiosas; tampoco se puede desconocer que ya se han realizado declaraciones conjuntas, marchas y concentraciones pero es necesario ir más allá de las buenas voluntades y asumir un mayor protagonismo que implica un interactuar articulado con los diferentes actores de la sociedad y del estado.
Entre las acciones se encuentran las siguientes:
Denunciar la manipulación de la palabra “Paz”, ya que este concepto puede llevar a equívocos que dificultan un real diálogo, pues cada sector desde sus propios intereses entiende la paz y la defiende, y lo peor esconden sus verdaderas intenciones bajo diversos paraguas del irenismo. Es por eso que deben estar atentas las organizaciones religiosas de definir unos acuerdos conceptuales y vitales sobre la “Paz” por la que se está trabajando, para que no caer en ingenuidades, en dispersiones o ser utilizadas para intereses particulares.
Superar las visiones limitadas sobre la paz
- La paz no puede entenderse como ausencia de conflicto, pues este se da como una realidad humana tanto en lo personal como en lo social. Pretender que la paz se resuelve negando los conflictos o eliminándolos bajo “formulas espirituales prefabricadas” es solo sublimar la realidad y no afrontarla en sus raíces.
- La paz no puede entenderse como pasividad o pacifismo y mucho menos como cobardía o complicidad con la impunidad. Ser un hombre o una mujer de convicciones religiosas no implica “una falsa huída del mundo” o un alejarse de “aquello que no es espiritual”; al contrario una verdadera santidad de vida se da en la historia y se muestra en frutos de compromiso que implica en ocasiones la persecución a causa de denunciar la injusticia.
- La paz va mas allá del equilibrio de fuerzas opuestas, de la paz del vencedor, la paz de las tumbas, o pensar que es solo ausencia de guerra entre bandos en el simple dejar las armas. Algunos piensan con desconocimiento que la paz o la guerra se dan por la firma de “acuerdos” pero desconocen que la paz no puede llegar si las condiciones sociales de convivencia no son transformadas.
- La paz no es un asunto coyuntural. Soy de una generación a la cual la han ilusionado con diferentes promesas de paz a lo largo de muchos años. Al final se termina con un sinsabor de lo conseguido a medias, de los fracasos, de la impunidad, de sensación de complicidad, de la impotencia. Pero como hombres y mujeres de fe, debemos seguir creyendo en la esperanza de una nación mejor y trabajar cada día como lo venimos haciendo, evitando seguir las posiciones que nos venden una paz indigna como aquellos que se benefician del discurso de la guerra.
Avanzar a una paz integral.
Tantos y tantos expertos elucubrando sobre la paz y qué decir de tantos sermones y prédicas que sobre el mismo tema se expresan en los espacios religiosos sin embargo queda el cuestionamiento: ¿será que tienen un real impacto sobre la realidad?. Pido no se me acuse de pesimismo o desilusión; únicamente intento manifestar mi preocupación por ver a una tierra querer dar a luz la paz, sumirse en dolores de parto y no lograrlo. Y aunque no tengo la fórmula si quiero manifestar como hombre de convicciones religiosas que no quiero “cualquier paz” y que no la quiero a “cualquier precio”, sino una a la altura de los hijos e hijas de Dios.
Presento algunas notas:
- La paz se presenta como un camino que implica esfuerzo, tiempo y la participación de los diversos sectores sociales; la paz es obra de la edificación en la fraternidad que va más allá de lo pactado en los convenios. En este proceso de humanización de las relaciones sociales, las organizaciones religiosas pueden ser facilitadoras, acompañantes, veedoras, consejeras y garantes pero debemos prepararnos con herramientas idóneas que superen únicamente la buena voluntad.
- En la convicción de que la «La paz es ante todo la obra de la justicia, supone y exige la instauración de un orden justo, en el que los hombres puedan realizarse como hombres, en donde la dignidad sea respetada, sus legítimas esperanzas satisfechas, su acceso a la verdad reconocida, su libertad personal garantizada, donde los hombres no sean objetivos, sino agentes de su propia historia, allí donde exista injusticia, desigualdad entre los hombres y las naciones se atenta contra la paz” Documento de Medellín Paz 14.
La paz es fruto del amor, nacida y consolidada en la justicia (“ Opus Iustitiae Pax”) y fortalecida y siempre renovada en la solidaridad (“Opus Solidaritatis Pax”). Para esto debemos, como religiones, primero reconocer nuestras faltas sociales, pedir perdón por nuestras incoherencias, ser ejemplo de reconciliación entre las diferentes denominaciones, y trabajar juntos en redes solidarias.
- La paz es condición de un desarrollo integral del hombre y de la sociedad, que cuide de los más pequeños y vulnerables. Una paz a la que las religiones también pueden aportar su capital espiritual, su talento humano y su reserva axiológica.
- La paz es de un quehacer permanente pues la paz se construye. Nuestros templos ya no pueden permanecer cerrados; es hora de devolverles su condición de territorios de paz, justicia y encuentro. Es reconocer que los espacios religiosos no pertenecen con exclusividad a comunidades particulares, sino que deben estar al servicio de la sociedad, apoyando proyectos que concreticen la reconciliación y el desarrollo integral. Así mismo, es un llamado a que salgamos de la comunidad de nuestros templos, para ir al encuentro del otro en todos los espacios de la vida pública.
- La paz con estructuras sociales de convivencia, servicio y desarrollo, pide una paz dentro del corazón del hombre, sin lo cual todo intento sería inestable. Ninguna ley y ningún proceso político, puede obligar a víctimas y victimarios a perdonar, a aceptar el perdón, reparar integralmente, a aceptar la verdad de su daño y a superar el dolor; es ahí donde entran las espiritualidades para dar su aporte como conciliadores, mediadores y receptores; de esto se tiene testimonio en procesos mundiales de reconciliación como Sudáfrica y el Salvador donde intermediaron las Iglesias.
- La paz tiene como condición el respeto, protección y promoción de la vida, para lo cual se requiere el reconocimiento de la igualdad y la dignidad de las personas y estructuras que impulsen y sostengan un verdadero desarrollo humano. Las religiones deben tener como opción fundamental las principales víctimas de la guerra que son los empobrecidos, los marginados, las mujeres, los niños, nuestros campesinos y minorías étnicas. La paz exige también condición para una convivencia armónica que alcance a la creación; es decir la paz es también la paz con la naturaleza.
- Como organizaciones religiosas no solo debemos esforzarnos por cumplir nuestro “deber” de trabajar por la paz, sino establecer las condiciones para que nuestra libertad religiosa, de conciencia y culto, incluya también nuestro “derecho” a trabajar por ella. Y así, poder aportar a la paz sin ser discriminados por nuestros principios de fe, defender la justicia y la equidad sin ser objeto de persecución, proteger a los más vulnerables sin peligro de perder la vida y seguir desarrollando los proyectos sociales por la paz sin quedarnos solos en este intento a causa de la falta de recursos. Además es necesario mantener nuestra independencia para ser una voz profética de denuncia y poder cumplir nuestra Responsabilidad Social como Organizaciones Religiosas (RESOR).
- Finalmente se requiere un sabio equilibrio para que las confrontaciones religiosas en el exterior no sean importadas a la realidad nacional avivando nuevos enfrentamientos.
Gracias anticipadas por sus comentarios a este blog y la divulgación en sus redes sociales.
Fraternalmente
Fabián Salazar Guerrero
@teologosalazar