Fabián Salazar Guerrero. Director Fundación para el diálogo y la cooperación interreligiosa. INTERFE
En un par de días cumpliré, lo que tal vez será la mitad de los años de mi vida y es menester hacer inventario espiritual de lo aprendido. Lo realicé como un ejercicio personal y luego de meditarlo, consideré que podría ser de utilidad para otros, que cómo yo sienten necesario hacer altos en el camino, para poder ver el horizonte de la existencia con mayor confianza.
El primero de los aprendizajes reconocer la importancia del agradecimiento. La vida es tan generosa cuanto más nos identifiquemos con la necesidad de agradecer por los dones y las lecciones recibidas. Un agradecimiento fundamental es hacia Dios por su inmenso amor, un amor que no es genérico sino personal, un amor que nos transforma, nos madura, nos alimenta, nos enseña y nos lleva a los demás.
Así mismo un agradecimiento a los padres por ser nuestros tejedores de existencia. Un agradecimiento extendido a educadores y jefes quienes a cada uno de nosotros, nos moldean y corrigen. Agradecer a quienes nos formaron es asegurar una vida llena de ayudas y bendiciones para los proyectos que emprendamos.
Agradecimiento a quienes nos han otorgando su amistad, puedo decirlo con convicción que un hombre vale el valor de sus amigos. Los amigos y amigas no se improvisan y aunque no los veas tu sabes que al igual en las noches oscuras aparecen como estrellas brillantes. Tú los conoces cuando no tienes nada más que dar que aquello que eres, cuando se alegran contigo, cuando lloras y te consuelan, cuando de nuevo te hacen reír con sus ocurrencias, cuando pierdes la fe y te recuerdan quien eres, cuando te caes y te extienden la mano. El desafío no es únicamente tener amigos sino de verdad ser un amigo valioso y cariñoso para ellos.
Amar es un aprender cada día. El primer amor es el amor a si mismo pues te convierte en verdadera medida de amor para los demás; si nos perdonamos y aceptamos nos sentimos más libres para crecer. Amarse es cuidarse y respetarse, no permitir que otros nos manipulen, nos enreden en sus juegos de chantaje o nos quieran cortar las alas. Amarse es reconocer la condición y la dignidad de filiación divina.
Son maestras de amor nuestras parejas, ellas llegan a nuestra existencia para enseñarnos en ocasiones que es el amor y en ocasiones que no lo es y se irán cuando hayan cumplido su labor; únicamente se quedará a nuestro lado quien cada día renueve la promesa de amar, perdonar los errores y ayudar a superarlos, trabaje por sueños comunes, no olvide la pasión, esté dispuesta a envejecer junto a la pareja, que viva la complicidad y sea una verdadera socia.
La graduación del amor son los hijos. En el momento en que la vida nos da la maravillosa oportunidad de ser padres, comenzamos a entender que significa ser hijo. Empezamos a entender a nuestros progenitores y lo que hicieron por nosotros, pues ahora intentamos hacer lo mismo por nuestros propios hijos. Es un amor que no tiene límite, es entregado y sacrificado, es generoso, nos sentimos héroes y a la vez nos hace temer por su futuro, nos hace sentirnos ignorantes, nos hace dudar de que si lo que estamos haciendo por ellos está lo suficientemente bien, nos lleva a rogar al cielo pues reconocemos que Dios es también nuestro Padre y Madre.
Aprender a esperar el tiempo de Dios y confiar en su Providencia. Puedo afirmar que una vida religiosa más que una colección de doctrinas o ritos es ante todo sentir la presencia amorosa de Dios en una confianza profunda. Al igual que usted he vivido momentos difíciles y he tenido la tentación de sentirme abandonado; pero Dios tiene la maravillosa capacidad de sorprendernos y a través de hermosas mediaciones, de afortunados encuentros, de ayudas extraordinarias, de situaciones que parecerían imposibles, en pocas palabras a través de milagros cotidianos manifiesta su rostro misericordioso. A Dios lo encontramos si abrimos los ojos del corazón y la mente para verlo a nuestro lado.
Oración y contemplación. La oración no es una actividad sino un estilo de vida. Orar es la necesidad de intimidad con Dios y a la vez de gritar al mundo que se acepta su oferta de Amor. Es escoger con celo espacios y momentos para orar y de igual manera hacer de toda actividad personal y laboral una oración. Todo esto no para escapar de la realidad sino para verla con los ojos de la divinidad. He aprendido que la oración es un privilegio ya que no oramos a Dios sino que Dios ora en cada uno de nosotros. Aprender a orar siempre aún en el desierto del silencio, la soledad, la incomprensión y la duda.
Vivir con pasión la vocación a la que fuimos llamados. Escogí para mi vida una bella profesión y vocación y hoy esto me hace feliz. Espero ustedes hayan hecho lo mismo, pues no debe importar ni la incomprensión, ni las limitaciones, ni los temores, ni los que dirán con tal de seguir el camino que te hace sentir pleno. Lo anterior lo expreso como una invitación a quienes tienen dudas sobre su opción de vida, para que sigan con valentía su vocación interna, para que no tengan miedo, y hagan lo que les dicta su corazón.
Para seguir una vocación he aprendido que es necesario siempre reinventarse, hacer una reingeniería sobre sí mismo. Es una tentación el quedarse en la zona de confort, y dejarnos llevar por la rutina, pero esto implica dejar de crecer personal y profesionalmente. Es un aprendizaje dejarnos sorprender por la vida y permitirnos explorar caminos inéditos de la mano de Dios y posibilitar que nuevos horizontes nos aborden.
Dedica tiempo a los hobbies. Estas actividades oxigenan la vida y le dan tonalidades de color. No son algo externo o “por pasar el tiempo”, son manifestaciones de la creatividad y la grandeza del espíritu humano. Son espacios vitales para volver a soñar como niños, a disfrutar con la paciencia del anciano, para crear, para compartir y para dejar aflorar nuestros sentimientos. Las personas olvidan que la vida no es sólo dinero, correr en búsqueda de fama o esperar éxitos pasajeros sino ante todo disfrutarla, saborearla en sus pequeñas alegrías, maravillarse de los detalles y conservar nuestra dimensión lúdica. El aprendizaje de las actividades de ocio es flexibilizar nuestra vida, para no tonarnos tan en serio la existencia sino aprender como niños a sonreír y disfrutar intensamente.
Es una buena opción de vida que junto a nuestra profesión aprendamos un oficio y hacer de lo que nos gusta una forma alterna de generar nuevos ingresos y seguir activos una vez terminemos nuestro ciclo profesional.
Las diferentes dificultades de la vida llenan el corazón de cicatrices y aún más somos nosotros quienes también ocasionamos heridas a otras personas. Todas estas experiencias nos pueden llevar a la amargura, el resentimiento y la frustración o por el contrario convertirse en escuela de Humanidad, para reconocer nuestra propia fragilidad, para reconocer el dolor y dificultades de nuestros semejantes y para sacar nuestra propia magnanimidad frente a los retos. En una ocasión escuche la frase “experiencia no es lo que a uno le pasa sino lo que uno aprende con lo que le pasa” y si aprendimos de la escuela del dolor, se requiere de nuevo aprender de la escuela del amor para que nuestras experiencias nos trasformen cada vez más en seres más sensibles, más amables y más solidarios. En la vida se cosecha lo que siembra, por eso debemos estar atentos no solo por lo que recibimos sino por lo que damos.
Muchas de las crisis se presentan porque no tenemos la previsión de cuidar y administrar bien nuestros recursos, llámense estos dinero, salud, juventud, corporalidad, afecto, descanso o tiempo. Para superar los momentos de crisis lo más acertado es escuchar el consejo de los ancianos, pues su valiosa ayuda nos enseña a ver la vida con sabiduría y a construir una escala de prioridades. Es recomendable también que frente a las dificultades y los triunfos mantengamos la ecuanimidad, para no tomarnos demasiado en serio ni los elogios ni los insultos, y lograr así que nada nos robe la paz. Y si no podemos superar una situación, es importante no perder la esperanza, ser paciente, intentarlo de nuevo cada día y poner la situación en las manos amorosas de Dios.
Finalmente recomiendo caminar mucho, bajar el ritmo al acelere en que nos dejamos atrapar en la cotidianidad, a disfrutar los paisajes, a mirar los rostros, a contar nuestros pasos, a sentir nuestro cuerpo, aprovechar estos instantes para pensar y que aflore nuestra sonrisa interior. Por otra parte caminar mucho para disfrutar la naturaleza y aprender a disfrutar con los pies descalzos sobre la tierra. Volver sobre lo básico.
Esto es la síntesis de lo que llevo aprendido en estos años de vida y los comparto con ustedes mis queridas y queridos lectores para exhortarlos a realizar sus propias revisiones, para adelantar los cambios que los hagan ser felices y para pedirles fraternalmente oren por mí.
Cordialmente
Fabián Salazar Guerrero
@teologosalazar