Teólogo Fabián Salazar Guerrero. Director de la Fundación para el Diálogo y la Cooperación interreligiosa INTERFE

Luego de largos años de acompañamiento he tenido la oportunidad de compartir con hombres y mujeres que honestamente se hacen la pregunta sobre Dios, su existencia, su bondad, su intención creadora y su paternidad pero  también, en repetidas ocasiones, en esa misma sinceridad, encuentro personas que sienten que Dios no les habla, y que la religión es un montón de contenidos sin significado, que no pasa de ser una colección de historias “piadosas” más cercanas a las fábulas que a realidades que le den sentido a su existencia.

La gente está cansada de repetir lecciones doctrinales que no entienden y que por tanto tampoco creen, y que al fin de cuentas no responden a sus grandes preguntas vitales. Recuerdan que sus clases de religión consistían en clases de estética donde lo importante era hacer dibujos de Semana Santa o Navidad,  ver películas “bíblicas” (que por cierto eran de muy mala calidad), asistir a las celebraciones religiosas pero nunca les enseñaron a escucharlo o a discernir su voluntad. Quedaron tan saturados y confundidos de “lecciones sobre Dios”  que al salir de colegios religiosos no querían saber nada de “Monjas o de Curas”. La religión se hizo, para algunos, algo tedioso o a lo sumo inservible. Fueron pocos los momentos de encuentro reales con la divinidad en experiencias significativas y profundas.

Tal vez nos concentramos más en estudiar “clases de religión» que en cultivar una auténtica espiritualidad.

Otros en la vida adulta, se han cansado de la falta de experiencias religiosas reales y cotidianas. Han tenido una formación teórica, muchas veces memorística, pero no han sentido que tenga un correlato en la vida diaria, en los sentimientos, en las emociones, en el intelecto, en su familia, en la vida económica y sociocultural. Parecería que Dios se revela solo a algunos, a los “santos”, a las “beatas” pero que no se acerca a la gente del  común, aquellos que lo buscan y no lo encuentran.  Se aburrieron de un amor a “distancia”, de un amor “virtual” que nunca se expresa y que nadie les enseña cómo hacerlo.  Faltan más acompañantes espirituales para la gente.

Algunos preguntan dónde estaba Dios cuando les sucedió alguna desgracia y se preguntan también por qué si intentaron ser “buenos” les pasan “cosas malas”. Esto deja un sinsabor en las personas de que Dios no cumplió su parte y lo peor, en ocasiones parece convertirse en cómplice de las desgracias.  Es verdad que no falta la “piadosa” que frente al dolor de una madre por la muerte de su hijo, piensa hacer un acto de caridad al decirle “Dios se lo llevo al cielo porque necesitada angelitos” o “Era tan bueno que no quiso  dejarlo en esta tierra”.  Es cierto que algunos han encontrado consuelo en esos momentos de dolor en la religión, pero la imprudencia en no pocos fieles,  han desdibujado a Dios como un ser cruel. Y a estas personas heridas y en sus duelos no se les ha hecho el acompañamiento posterior.

La imagen de un Dios castigador y vengador ha hecho también mella en la conciencia del pueblo.  Se ha utilizado la explicación de la voluntad divina para justificar un revés,  un infortunio y hasta una desgracia, afirmando que es su Voluntad para corregir al perdido, para devolverlo a la senda; ¿pero qué  pasa con los que han intentado ser cumplidores y se sienten castigados injustamente? Y más de uno utiliza frases que refuerzan ese carácter vengador  “yo no haré nada…todo lo dejo a la justicia Divina”.  Se proclama a Dios amor, misericordia, compasión y la gente no comprende cómo puede asociarse al mismo tiempo a la guerra,  al desastre, a la violencia y hasta el terrorismo.

Otra causa para el alejamiento y negación de Dios es, el doloroso sentimiento de engaño,  la explotación,  el abuso y en ocasiones violación por parte de aquellos que se suponía representaban a Dios y a sus instituciones.  A las personas no sólo les escandaliza el hecho abusivo sino el silencio cómplice, el ocultamiento y la mentira. Quedan cicatrices tan profundas que han dañado vidas y familias enteras y han robado la inocencia y la confianza en Dios (pues consideran que su silencio es cómplice).

En muchos casos el desafortunado intento de sobornar el silencio con razones religiosas, ha ocasionado que explote en escándalos que han salpicado a todos los miembros de la comunidad.  Es necesario el pedir perdón pero también la sanción ejemplar, para que no quede impune la falta en nombre de una “misericordia” acomodaticia.  Mientras no haya verdad no habrá justicia y por tanto tampoco reconciliación con la comunidad y con Dios.

Sin embargo estas situaciones de alejamiento y duda, no es sólo asunto de los “escépticos», de aquellos de se encuentran alejados o en la periferia de la religiones.  Las crisis, el alejamiento y la desesperación por el silencio de Dios, también se da entre hombres y mujeres de fe en diferentes estados de vida. La rutina, el exceso de trabajo, el progresivo sentimiento de soledad, el desencanto por las instituciones, ha causado en algunos el enfriamiento espiritual.

Pero, tal vez, no es que Dios no se comunique sino que nosotros no hemos aprendido a escucharlo. Sería importante que revisemos internamente si algunas de las siguientes circunstancias han afectado nuestra relación con Dios:

Finalmente, y lo más difícil, no es únicamente intentar escucharlo, sino que Dios pueda hablar a través de nuestras vidas a aquellos que lo necesitan y en esto vuelvo a insistir sobre la Responsabilidad Social de la Organizaciones Religiosas (RESOR).

Gracias por las comunicaciones que me han llegado por vía redes sociales y email pero agradecería dejar sus comentarios consignados también en este blog.

 

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