Fabián Salazar Guerrero. Director de la Fundación para el diálogo y la cooperación interreligiosa. INTERFE

Luego de un análisis de las participaciones de las personas en el blog,  encontré una sentida preocupación por los aspectos religiosos, incluyendo unas valiosas opiniones de personas que se definen a sí mismas como no confesionales o que hacen una lectura crítica de la Religión.

En verdad me pareció importante hacer el ejercicio de situarme en el lugar de aquellos que honestamente, hacen una revisión a conciencia de la situación de las expresiones de fe y sus incoherencias. A partir de reflexiones, antecedentes y de nuevas experiencias, intentaré iniciar una respuesta a la pregunta: ¿Por qué la gente se aleja de las Religiones?

 

A continuación expondré un listado de algunas de las razones que pueden llevar al alejamiento de la gente respecto de las  instituciones religiosas:

 

– Se debe evidenciar que existen actitudes religiosas que se convierten en pretexto, para no asumir las situaciones de la vida cotidiana. Posiciones ante la realidad que llevan a evadir la vida familiar, la participación ciudadana y la transformación social en nombre de un espiritualismo que no quiere “contaminarse de mundo”. Esta situación parece dar la razón a aquellos que acusan a la religión de crear situaciones de alienación y de poco compromiso con la historia. Se exalta la preocupación por el “más allá” mientras se olvida la justicia y la transformación del “más acá”.

 

– El peligro de disponer las estructuras religiosas en beneficio de intereses de poder y dominación. Cuántas Instituciones religiosas se fracturan por las luchas de egos internos, por el deseo de protagonismo y primeros puestos en la sociedad; esto escandaliza a los fieles y los aleja. Si las experiencias religiosas no se contagian por amor, por caridad y por coherencia de vida sino que se imponen por la fuerza, la culpa, el miedo o la ignorancia, no tendrán bases sólidas sobre las cuales sostenerse. Las opciones religiosas son decisiones profundas y cualquier intento de manipulación, chantaje y abuso de poder, atentan contra la dignidad humana.

 

– Alianzas de las religiones con los sectores dominantes. Varios ejemplos de la historia, han mostrado las dificultades que traen las alianzas con el poder político hegemónico, y aún más grave, las consecuencias de pretender asumir el poder en teocracias absolutistas; entre ellas, están la pérdida de libertad para la denuncia, la complicidad de situaciones de injusticia, el surgimiento de grupos privilegiados, el nepotismo y sobre todo la incoherencia con el mensaje de amor promulgado. Estas situaciones hipotecan la imagen de Dios y la desdibujan al servicio de aquellos que quieren mantener su ‘status quo’. Esta es una de las tentaciones contra las que deben luchar siempre las personas de fe si pretenden ser coherentes.

 

– La inconveniencia de agendas ocultas o paralelas que benefician a una élite
religiosa.
Si las religiones pierden el horizonte comunitario y comienzan a primar los intereses personales de fama, de enriquecimiento y de prestigio bajo un ropaje de privilegios otorgados por la “divinidad”, se justificarán los pretextos que ocasionan los abusos que tanto han escandalizado a la sociedad en el plano económico, sexual y religioso. Es urgente que las instituciones se esfuercen aún más en depurar sus candidatos, sus jerarquías y sus representantes; en el plano espiritual se requiere pedir en oración la coherencia con los valore de su fe y en el plano humano mantener la posición de cero tolerancia a los abusos y crímenes.

 

– El paquidermismo y burocracia de las instituciones religiosas. Cuando las instituciones religiosas se convierten en “empresas” con funcionarios, horarios y servicios, se pierde su  dimensión carismática y mística; termina primando en ellas las reglas, los códigos, los procedimientos y la autoridad institucional. Las religiones deben tener la capacidad de adaptarse al mundo contemporáneo, sin perder sus principios y sin intentar defender aquellas estructuras que no son fundamentales sino fruto de circunstancias históricas cambiantes. Mucha gente se va porque ya no encuentra acogida, reconocimiento, caridad y fraternidad, siente que la estructura es fría y despersonalizada y terminan desilusionadas de la religión y de todo lo que ella representa.

 

– Es un escándalo cuando las religiones se convierten en un negocio. Esta situación que no solo es despreciable sino que produce en la gente asco, es ante todo un intento de vender a Dios o su salvación. No más comercio de fetiches que prometen falsamente la salud, la prosperidad o el amor. No más abuso de los pobres, de los necesitados, de los ignorantes o los crédulos. Algunos olvidan que Dios es Dios de la gracia, la gratitud y la gratuidad que no necesita  falsos “intermediarios” ni de avariciosos mercaderes de la fe. Una cosa es vivir con Dios y otra muy diferente es “vivir de Dios”.

 

– Religiones que intentan infantilizar a sus fieles. Si la religión no lleva a que hombres y mujeres alcancen una edad adulta en la fe, no pasaran de relatos infantiles sobre Dios,  cercanos a los mitos de cuentos de hadas. Si no hay madurez a nivel de una moral religiosa autónoma, las religiones se seguirán metiendo en la vida privada, intentando controlar hasta el último aspecto de la vida de las comunidades.

 

La religión debe llevar a que sus feligreses alcancen “la libertad de los hijos de Dios” en la cual se sobrepasa la norma por la norma y se impone el amor, en la cual se dejan las apariencias y se impone la veracidad, en la cual se deja de lado la dependencia y se manifiesta el compromiso. Para muchos es mejor tener una masa de fieles mal formada, piadosa y fácil de manipular, que constituir una nueva generación de creyentes que hagan de la religión un proyecto de vida hacia la plenitud de la realización y que se acerque realmente a Dios.

 

– La sociedad quiere huir de toda causa que en nombre de la religión, justifique
la muerte, la violencia o la discriminación.
Ninguna guerra es santa, todas las guerras y todas las armas las inspiran un corazón confundido por la oscuridad del odio, del rencor y la venganza. No seamos tan hipócritas y saquemos a Dios de nuestros propios conflictos y no usemos su santo nombre para asesinar a nuestros hermanos y hermanas y en último término asesinarlo a Él en ellos y ellas. Tengo pavor a creer que la misma violencia se ha convertido en una religión ansiosa de víctimas y sacrificios humanos, en una sed insaciable de sangre que nos llevará a nuestra propia destrucción.

 

El mundo actual está cansado de palabras, está cansado de buenas intenciones, está cansado de legislaciones, y solo quiere la sencillez de hombres y mujeres que viven en equidad y transparencia.  Únicamente da autoridad la vida de fe,  cuando se equilibra lo que creemos, pensamos, hacemos y asumimos. Cada día salen nuevos documentos, declaraciones y manifiestos expresados por las diferentes confesiones religiosas y en todas podemos encontrar los mismos elementos comunes que identificarían a hombres y mujeres de buena voluntad, creyentes o no, preocupados por construir una mejor sociedad y un mundo más humano. Las religiones no serán juzgadas por la historia por su doctrina, sino por su coherencia y sobre todo por el testimonio de compresión, misericordia y compromiso solidario que las distingan en su relación con el hermano y con la creación.

 

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