Teólogo Fabián Salazar Guerrero, director de la Fundación para el diálogo y la cooperación interreligiosa. INTERFE
Ya hace algunos días pasó la Nochebuena entre alegres villancicos y regalos. De seguro muchos celebraron con cenas especiales y largos abrazos; no faltarían las lágrimas y las llamadas a los seres queridos. Lo mismo sucede en la noche final del calendario con toda la euforia del inicio de un nuevo ciclo anual, acompañada de música y tradiciones que auguran buena suerte. Todo esto es muy bello, pero si no se nota un cambio en la forma de ver y sentir todo a nuestro alrededor tal vez todavía no es Navidad y el año sigue siendo igual que el viejo.
A continuación una lista de reflexiones que nos pueden ayudar a revisar si pasamos las celebraciones o las celebraciones pasaron por nuestra vida para transformarnos.
Revisemos con serenidad las siguientes afirmaciones:
– Sentimos un gozo permanente y una alegría que no encuentra sombra, pues vemos el mundo con esperanza a pesar de las dificultades y obstáculos cotidianos. Dejamos fluir una sonrisa interior del niño que siempre canta, que adorna de colores su entorno y que llena de luces los rincones de las dudas y miedos.
-Experimentamos un renovado deseo de amor por la vida y hemos dejado atrás la tentación de quejarnos por nuestras situaciones presentes. Vivimos con intensidad cada momento y hacemos que cada día sea un hermoso regalo de Navidad y un año nuevo de propósitos de cambio.
– Tenemos una profunda necesidad de otorgar y pedir perdón, pues reconocemos que la vida es muy valiosa y muy corta para llenarla de amarguras y rencores. La vida no se mide en calendarios sino en experiencias maravillosas de compartir y aprender a recibir.
– Recordamos que nuestros seres queridos necesitan que le expresemos nuestro cariño y lo importante que son para nosotros siempre y que no es necesario esperar a un fecha especial para abrazarlos, llamarlos o colmarlos de detalles y decirles “te quiero”, “te extraño” o “eres muy especial para mi”
– Nos mostramos realmente solidarios con las familias necesitadas, los niños de escasos recursos y los ancianos. Sentimos la urgencia de no sólo ofrecer un juguete pasajero, sino de luchar por cambiar las causas estructurales de la pobreza y el abandono. Debemos hacer propósitos de cambio no sólo personales sino también como sociedad.
– Reconocemos el dolor del otro y vemos en el pesebre también la soledad del «que no encuentra lugar», del extranjero que no tiene refugio, del frío y la oscuridad de la noche, de la preocupación de los padres por su hijo que no tiene las mejores condiciones para su nacimiento y sobre todo de la incertidumbre por no saber qué hacer. A lo largo de todo el año debemos ocuparnos por promover la ayuda a los necesitados.
– Abajamos nuestro orgullo ya que al ver la encarnación de Dios en condiciones tan precarias, nos demuestra que el valor esta en quien se es y no en lo que se creer tener, saber o aparentar. Además descubrimos que el tiempo pasa tan rápido y todo queda atrás, que si no lo vivimos en su momento, ningún dinero puede recuperar esos instantes de existencia.
– Escuchamos con atención como los ángeles anuncian una Buena Nueva de Paz en la tierra y a su vez nosotros la transmitimos a nuestros hermanos y hermanas con gestos concretos a lo largo de todo el año de renuncia a la violencia y a la venganza.
– Divisamos a la distancia una estrella que nos guía al encuentro con Dios y si no encontramos ese astro en el firmamento, pues nosotros debemos convertirnos en esa estrella que orienta a los demás. Cada día nos comprometemos a vivir como si todo sería nuevo y somos referentes de felicidad para quienes nos rodean.
– Nos volvemos contemplativos y aprendemos en silencio que no hay mejores regalos que la paz, que la tranquilidad, que la ternura, que el cariño, la familia y sobre todo un amor de quienes nos rodean. Descubrimos que todos los días son una oportunidad de ser mejores y compartir felicidad y bienestar, sin otro motivo que la alegría de ser instrumentos de la divinidad.
– Somos agradecidos con Dios por su infinito Amor y reconocemos que siempre está ahí para cuidarnos, bendecirnos y acogernos en su misericordia que ama a cada instante de nuestra vida y tiene un sueño hermoso para cada una y cada uno de nosotros.
Si luego de revisar a la luz de las anteriores reflexiones, descubrimos que todavía no ha llegado Navidad o el año no se ha hecho nuevo, entonces debemos comenzar de inmediato a pedir este cambio en nuestro ser y trabajar para conseguirlo.
Felicidades y bendiciones para este año que comienza.
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