Fabián Salazar Guerrero, director Fundación para el Diálogo y la Cooperación Interreligiosa. INTERFE

Cada miércoles de ceniza me cuestionan las largas filas de católicos a las afueras de los templos cuando la mayoría de días aparecen las iglesias vacías.

Me pregunto si el colocarse la ceniza de inicio de cuaresma es un acto de conversión o un simple hecho cultural que para muchos colinda con la superstición.

Me cuestiona de igual manera ver, con qué escrúpulo algunos no comen carne el día viernes, mientras gastan más dinero comprando pescado y pasan indiferentes ante aquellos pobres con hambre.

La cuaresma como tiempo de preparación nos pide reflexionar sobre nuestras prácticas. Dejo algunas preguntas para la reflexión de estas semanas de cuaresma:

-¿Cuántas veces hemos pedido a Dios nos cambie de verdad o sólo buscamos que Él cumpla nuestros propios caprichos?

-¿Cuántas veces hemos pedido únicamente por nuestro bienestar desconociendo el dolor de los demás?

-¿Cuántas veces hemos pedido y pedido y nos hemos olvidado de la alabanza y el agradecimiento?

-¿Cuándo fue la última vez que oramos por nuestros enemigos y por aquellos que nos persiguen?

-¿Cuántas veces no hemos intentado manipular a Dios a cambio de “portarnos bien”?

-¿Cuántas veces hemos vivido la hipócrita convicción del dicho: “El que reza y peca empata”?

-¿En cuántas ocasiones hemos pedido que se haga la voluntad de Dios y cuando ésta se hace no la aceptamos?

-¿Cuántas veces hemos pedido “Justicia Divina” como sinónimo de venganza contra el prójimo?

-¿Cuántas veces hemos repetido fórmulas sin hacer vida su contenido?

-¿Cuántas veces decimos muchas palabras y pocos silencios?

-¿Cuántas veces gritamos a Dios pero no lo escuchamos?

La lista podría ser interminable y seguramente infructuosa porque el asunto no es quedarnos en nuestras limitaciones, sino dar pasos creíbles que demuestren que la vida religiosa vale la pena vivirse más allá de los condicionamientos culturales.

Los invito a que oremos más allá de nuestras diferencias doctrinales por una Colombia mejor para nuestros hijos, en una oración que se traslade en acciones solidarias que superen la simple limosna y se manifieste en trabajos honestos, responsables y convencidos de la construcción de la paz y la reconciliación en nuestros propios trabajos y familias.

Los exhorto a orar por las víctimas de la violencia, la ignorancia y la pobreza que cada día mueren crucificadas ante nuestros ojos.

Los llamo a orar por los asesinos, los secuestradores, los corruptos ya que nuestro odio no los cambiará sino el amor que haga menos duro sus corazones.

Los invito a orar por la naturaleza y toda forma de vida para que respetemos su dignidad de creación.

Les pido orar por todos los hombres y mujeres constructores de convivencia y justicia que con su vida profética edifican un mejor futuro aun a costa de su propia existencia y también por nuestros dirigentes para que encuentren sabiduría y rectitud en su actuar.

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