Fabián Salazar Guerrero. Teólogo. Director de la Fundación para el diálogo y la cooperación interreligiosa. INTERFE

Luego de las celebraciones de Semana Santa aparece en el ambiente un deseo de conversión, penitencia y recogimiento pero que parece no durar mucho y muy pronto se esfuma en medio de las actividades cotidianas. La alegría de la Pascua se queda muchas veces en una celebración puntual y no en una vida resucitada con incidencia en la realidad espiritual, social y comunitaria.

Celebramos el triunfo de Cristo sobre la muerte, por eso no podemos seguir viviendo a medias sometidos por el desánimo, el miedo, el rencor, la pereza o la tristeza.  No es justo con la existencia quedarnos sembrados en el Viernes Santo, atados a las cruces en medio del dolor y la desesperación frente a lo que vemos a nuestro alrededor y no logramos cambiar. Es urgente superar el miedo a vivir plenamente una vida espiritual, pues no es suficiente recordar una semana santa cada año, sino asumir las consecuencias amorosas de la misma.

Parte de esta situación está en el desconocimiento de lo que implica la “Resurrección”; ¿qué pasaría si realizáramos una encuesta entre cristianos sobre lo que significa este término? De seguro muchos no sabrían explicarlo y un buen número confundiría esta experiencia teológica con resurrección, revitalización y hasta con reencarnación. Si no se entiende bíblicamente resurrección ¿cómo se puede elegir esta opción de vida?

Es limitado celebrar una fecha pascual sin los hechos que respalden desde la fe, la esperanza y la caridad el hecho de que Cristo sigue resucitando en nosotros.

No estamos solos, tenemos la fuerza del Espíritu para continuar la lucha contra las tinieblas del odio, tenemos la sabiduría para vencer la ciega sinrazón de la injusticia, tenemos la fe para seguir creyendo en una vida digna, tenemos la templanza para resistir a la tentación de la desesperación y la indiferencia.

En el propósito de hacer de nuestra sociedad una espacio mejor, el cristianismo no está solo y se une a miles de compatriotas de otras confesiones que desde su testimonio amoroso, solidario y comprometido viven valores comunes de encuentro, reconciliación y defensa de la vida.

Un proyecto de vida pascual lo encontramos en Romanos 12, 9-21 que puede venir muy bien en la realidad nacional.

Dejo estas reflexiones para continuarlas y aprovecho para agradecer a todas y todos aquellos que han escrito pues sus aportes me enriquecen, me desafían y me acompañan en este camino.

¡Felices Pascuas!

 

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