Fabián Salazar Guerrero. Director Fundación para el diálogo y la cooperación interreligiosa. INTERFE
En estos días la solidaridad mundial posa sus ojos en la ayuda a la hermana República de Ecuador y en particular en las zonas costeras afectadas por el terremoto. Se mueven las sensibilidades y muchos, cada uno desde sus propios recursos, hacen donaciones y elevan oraciones. Los noticieros y periódicos dan primeras planas a la noticia; nos entristecemos por las víctimas, nos alegramos con los rescates y nos conmovemos con los testimonios.
Todo esto es muy importante y nos devuelve el sentir de humanidad, pero la verdadera ayuda comienza en el momento en el que pasa lo inmediato de la emergencia y comienza el proceso de reconstrucción personal, comunitaria, espiritual y estructural.
En 1999 tuve la oportunidad de servir como voluntario en la coordinación de cuatro alojamientos temporales resultantes de la atención al terremoto en Quindío (Colombia). Esta fue una verdadera escuela y hoy les comparto algunas de las enseñanzas y reflexiones que puedan ser de utilidad para situaciones similares.
- Los desastres naturales evidencian los desastres sociales. Con esto se quiere decir que muchas de las pobrezas e iniquidades que se mantienen ocultas en la cotidianidad de las ciudades, al presentarse una situación de colapso se muestran en magnitudes inesperadas. Los que tienen los medios y los recursos salen de la zona y se desplazan a las capitales, mientras los pobres se empobrecen aún más y no pueden escapar de esta realidad. Por eso los cambios requeridos no son sólo de infraestructura sino cambios estructurales sociales que promuevan la equidad y la inclusión y sobre todo que las personas pudientes inviertan en su propio país.
- Los alojamientos, las ayudas de alimentos y medicinas son prioritarias, pero se hace urgente promover de inmediato los procesos comunitarios para la búsqueda de proyectos sostenibles y el inicio de gestiones para la construcción de viviendas. La experiencia vivida me mostró que los grupos que se organizaron lograron mejorar su calidad de vida, suplir sus necesidades, crear microempresas (ejemplo panaderías) y acceder a los recursos necesarios para seguir una existencia mejor; otros grupos se volvieron dependientes, esperaban las ayudas sin esfuerzo, desperdiciaban los recursos donados y finalmente priorizaban los planes individuales sin importar a quienes tengan que dejar atrás; primaba la ley de la selva y el “sálvese quien pueda”.
- Es urgente colocar los organismos de control en una red de coordinación (personerías, contralorías, fiscalía etc) para que salvaguarde los derechos humanos, pues en estas situaciones las mujeres, niños, niñas y adolescentes son los más vulnerables al abuso, a la explotación, al abandono y la marginación. Aquí juega también un rol importante la integración con los organismos internacionales para que la atención a estas poblaciones sea conjunta y efectiva.
- La comunidad requiere ser escuchada para diseñar un plan de desarrollo a su medida, ya que por la premura de cuidar a la población, se toman decisiones desde las capitales o desde mesas de trabajo intersectorial que no tiene en cuenta a la gente y su liderazgo. La reconstrucción debe contar con la apropiación y con la toma de decisiones activas de las comunidades, para que no sientan que es un proceso artificial con el cual no se identifican, no se consideran comprometidas, ocasionando que los procesos de reconstrucción se demoren más tiempo en consolidarse.
- Se debe tener mucho cuidado con la vigilancia y cuidado en la inversión de los recursos donados. No faltan los avivatos que aprovechan estas situaciones para engañar tanto a los donantes como a los damnificados. Piden dinero que nunca aparece, cambian las especies de las donaciones, aparecen oportunistas estafadores, se prometen hacer gestiones fraudulentas y no faltan las organizaciones que invierten mucho dinero en una carga burocrática innecesaria mientas a la gente no le llega nada. Para evitar esta situación es recomendable que junto a las instituciones estatales se organicen las veedurías ciudadanas para luchar contra la corrupción.
- Las donaciones deben ser útiles; por ejemplo en ocasiones se manda ropa en estado de deterioro o para un clima que no corresponde. Lo prioritario es el agua. Luego de unos meses después de desastre también se necesita la donación de asesoría técnica por parte de profesionales, por ejemplo educadores, ingenieros, administradores etc, para que ayuden a reconstruir las comunidades.
- Un enemigo que desgasta la comunidad es el exceso de tiempo y la situación de vacancia. La gente cuando tiene mucho tiempo y además recibe subsidio no sabe qué hacer y comienza a generar violencia, usar drogas y dejarse llevar por la pereza. La productividad se baja y los pequeños problemas se convierten en calamidades comunitarias y comienza una sensación de resentimiento con aquellas personas que se encuentran mejor que ellos, lo que origina que se formen grupos de delincuencia, especialmente entre los jóvenes. Es importante comenzar a formar rutinas de trabajo conjunto e iniciar proyectos productivos.
- Las personas no necesitan únicamente de casas y estructuras. Los afectados experimentan el sin sentido en sus vidas, su autoestima se baja, se apodera la sensación de miedo y de depresión. En estos espacios junto a la ayuda psicológica es fundamental una ayuda espiritual que les ayude a vivir sus duelos, a construir proyectos de vida y sobre todo a promover la esperanza en el futuro. Los líderes espirituales deben ir al encuentro de la gente y cambiar su forma de actuar, pues deben aprender a escuchar, a tener paciencia con los procesos (sin sublimarlos en recursos religiosos) y sobre todo a restituir la confianza en la vida y hasta en Dios.
- Se deben emprender campañas de salud y responsabilidad sexual, pues la condición de indefensión, de hacinamiento y afectación emocional produce situaciones que luego desencadenarán en embarazos no deseados, en enfermedades, en favores a cambio de intercambios sexuales y en abusos a menores. Esta situación es muy delicada y en muchas de las ocasiones de desastres no se tiene en cuenta.
- Realizar un acompañamiento permanente pues las ayudas vienen con fluidez en los primeros días, y hasta meses, pero después el público se olvida cuando los medios dejan de divulgar la novedad. La gente sigue sufriendo y les duele profundamente el sentirse olvidados. El terremoto de la indiferencia, de la negligencia, de la lentitud de reacción y de los engaños es socialmente tan devastador como la caída de las casas. Por ejemplo ¿quién se acuerda hoy del terremoto de Haití?
- Por ser una situación extraordinaria en la historia de un país, es necesario conservar la memoria de las personas afectadas y de aquellos que ayudaron a salvar vidas, a traer recursos y dedicarse al voluntariado, pues estos relatos de heroísmo, de valentía y de generosidad deben ser grabadas en las siguientes generaciones. Los medios registran algunos casos destacados pero en realidad son muchos los relatos de vida de tantas voces ocultas que merecen ser recordadas como modelos de inspiración.
- Hacer seguimiento a los procesos, pues no es suficiente dejar una ayuda y no acompañar a la gente en su camino de lucha. De igual manera no estigmatizar las zonas afectadas, pues de nada vale colaborar si no se invierten recursos de empresas, si no se regresa (en el caso del turismo) y sobre todo si no se confía en que las personas puedan salir adelante y superar esta situación en sus vidas.
Favor compartir entre estas reflexiones entre quienes piensen les puede ser útiles.
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