Fabián Salazar Guerrero

 

Con el permiso de los lectores de mi Blog diálogos espirituales, me permito compartirles este escrito de una referencia personal. De seguro en algunos de sus apartes ustedes también se sentirán identificados con sus compañeros del bachillerato.

 

Celebraciones en la vida como el aniversario de graduación del Colegio, son una oportunidad para revisar el presente y para hacer inventario de experiencias y aprendizajes significativos en la existencia. Y aunque no pude viajar a mi tierra natal para esta celebración, las maravillas de las redes sociales me permitieron disfrutar de esos momentos a la distancia.

A algunos compañeros en realidad no los reconocía, pero al ver con atención las fotos, volvían sus rostros a mi memoria. Constaté que los años pasan dejando sus huellas y sus marcas en nuestra piel, pero las miradas permanecen intactas en su esencia. Gracias a los organizadores del evento por esta oportunidad de re-conocernos.

Me alegró el recordar los espacios, las anécdotas, los maestros, los corredores, los juegos, las travesuras, los profundos lazos de amistad que se formaron en el colegio y los amores en medio de la inocencia de nuestra época. Fue como entrar a una cápsula del tiempo para volver a ser sentir esas alegrías y esas ilusiones.

La conmemoración se desarrolló en medio de eventos religiosos, deportivos y sociales que engalanaron el grato espacio del reencuentro. Las risas, las bromas pero también la nostalgia, parecía impregnar el ambiente. Los compañeros y compañeras presentes, los ausentes y los que ya partieron a la patria celeste, parecían volver a encontrarse en la capilla, el patio del colegio o en la fiesta.

Quedó el deseo de un próximo encuentro, el propósito de volverse a ver y de seguramente seguir conversando con más calma, pues los coetáneos tienen la maravillosa sensación de hacernos sentir que el tiempo no ha corrido y que seguimos siendo los mismos adolescentes que fuimos. Ahora somos profesionales, padres, esposos y más de uno ya próximos abuelos, pero para nuestros compañeros de colegio, todavía somos sus amigos de aventuras, aún nos llaman por el apellido o por el sobrenombre y nos alegramos de verlos y escucharlos por lo que siguen representando para nosotros.

En las fotos se ven también los maestros, que dedicaron su vocación a enseñarnos, a corregirnos y a aconsejarnos. Tal vez hoy valoramos su labor, ahora que de una u otra forma también nos dedicamos a enseñar a otros. En verdad que pudieron cometer errores, pero ahora a nuestra edad merecen nuestro perdón y respeto así como muchos nos han perdonado por no ser los jefes, los superiores o los profesionales que esperaban de nosotros. La vida da muchas vueltas y lo que pasó ya pasó.

Me alegró mucho ver en las fotos también a las compañeras de la promoción, pues en verdad son unas guerreras. En un tiempo donde todo el colegio estaba diseñado para los hombres y en ambiente de profunda competición, nunca perdieron su natural ser de mujeres y no dejaron nunca doblegar su espíritu. Ellas aunque eran una minoría en número, embellecían cada rincón del colegio con sus detalles, con sus cuidados, con su inteligencia, con su dulzura y sobre todo con su ejemplo de constancia. Según entendí algunas ya son educadoras en la institución y estoy seguro que son baluarte de los valores que aprendimos de los religiosos que regentaban el Colegio. A algunas compañeras no las he vuelto a ver desde que salí,  pero de corazón pido a Dios las bendiga con bienestar para ellas y para sus hogares.

Un encuentro más que bromas, licor y risas, es también la oportunidad para mostrar de que estamos hechos, que hemos aprendido de la vida en todos estos años, para crear alianzas estratégicas de negocio, para establecer acciones de ayuda mutua, para encontrar personas con quienes somos auténticos sin temor.

Esto también nos enseña que no podemos quedarnos con las imágenes que nos formamos de nuestros compañeros en el colegio, estigmatizándolos toda la vida como pilos, vagos, abusadores, payasos, callados, nerdos, borrachos etc. En verdad de muchos con quienes compartimos el aula, sabemos poco de su vida al salir del colegio. En realidad no conocemos de sus luchas, de sus logros, de sus dificultades familiares, de sus necesidades económicas, de sus enfermedades, de sus fracasos en el amor, de sus lágrimas y de sus sueños.

Cada uno hizo su destino, algunos se quedaron en la ciudad que nos vio nacer y otros nos fuimos a otros horizontes, sin embargo estoy seguro que todos vivimos los sacrificios del esfuerzo, nos tocó abrirnos caminos, estudiar con dedicación, trabajar sin descanso, aprender de nuestros errores y seguir adelante. Qué bello sería que esta oportunidad se convierta en una posibilidad real de solidaridad y apoyo mutuo pues todos tenemos mucho por dar, recibir y compartir.

Las preguntas que les haría a mis compañeras y compañeros si tuviera la oportunidad de hablar con  ellos con calma serían: luego de estos años, ¿Eres Feliz?, ¿Eres lo que soñaste para ti mismo? ¿Te sientes pleno? ¿Hay algo que todavía no has logrado? Si la respuesta a alguna de las preguntas es negativa, les recordaría que todavía es momento de tomar decisiones, de reiniciar el camino, de no dejar para mañana los anhelos del corazón y de apostarle al Amor. Todavía se tiene oportunidad de sonreír, de encontrar la armonía, de disfrutar de la salud y sobre todo de recordar que somos importantes para Dios. Seguimos siendo esos niños; la diferencia es que ahora tenemos más experiencia.

 

Gracias y bendiciones para sus vidas y ojalá sea un hasta pronto

 

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