Teólogo Fabián Salazar Guerrero. Director de la Fundación INTERFE
La vida nos coloca en situaciones que nos piden volver a empezar en diferentes áreas de nuestra vida. En ocasiones son el resultado de un deseado proceso de cambio y en otras nos ocurren por accidente, la decisión de otros o simplemente porque las situaciones presentes se acaban.
Un nuevo trabajo, el inicio de nueva relación, la migración a otra ciudad, pero también la muerte de un ser querido, una limitación física o el inevitable cambio de edad entre tantas situaciones de la existencia, nos pueden poner en crisis frente a nosotros mismos y nuestras decisiones.
Algunos reaccionan negando lo que acontece a su alrededor, ocultándose de la situación, o se paralizan por temor, mientras otros la afrontan con confianza, con entusiasmo y hasta con agradecimiento por lo que les ha sucedido. De nuestra actitud ante los cambios dependerá el que se pueda avanzar en el camino.
A continuación presentaré algunas recomendaciones para asumir con amor las nuevas situaciones:
- Detener la marcha. En medio de la vida se necesitan momentos para bajar el ritmo cotidiano y revisar diferentes dimensiones de la existencia. Asumir un cambio pide hacer un inventario de talentos y posibilidades para asumir una nueva situación con confianza en sí mismo, con esperanza en que todo cambio trae algo bueno, con fe en que es posible alcanzar las metas esperadas y sobre todo con paciencia para comprender que todo implica un proceso de transformación a su ritmo.
- Revisar los propios sentimientos. Un cambio pone a prueba las reacciones ante lo que sucede, los sentimientos se vuelven más profundos y esto permite vivirlos con mayor intensidad. En lugar de negarlos o combatirlos es necesario asumirlos como propios, identificarlos y dejarlos fluir. Al reconocerlos es posible transformar sus efectos y ponerlos a favor sí mismo desde un amor creativo que vence el miedo.
- Aceptar que existe un cambio. El salir de la inercia que produce un estado de rutina, la tendencia es volver al mismo lugar, pero en ocasiones esto lleva a retroceder, a resignarse, a someterse y hasta frustrarse en la nostalgia por lo perdido. Se debe considerar que en todo cambio se renueva el potencial humano. Una situación diferente obliga a mirar alrededor y darse cuenta de un mar de oportunidades, de hermosos lugares y personas maravillosas por conocer.
- Recurrir a la propia red de apoyo afectivo. El cambio puede llevar a la sensación de estar solo, pero en realidad contamos con una red de personas que nos quieren, que nos apoyan, que confían en lo que hacemos, que esperan lo mejor para nosotros. Si ocurre el caso que algunas personas no acepten tus cambios para el propio bien, ya sea porque “dicen amarnos demasiado” y otros porque “quieren seguir la manipulación o la violencia”, de ambas posiciones es necesario aprender a retirarse prudentemente para encontrar una nueva red de apoyo para los proyectos por realizar.
- Aprender a perdonar. Los cambios pueden ser dolorosos y en ocasiones traer consigo palabras y hechos que lastiman. El perdonar y pedir perdón es condición para continuar pues el avanzar pide ir ligeros de equipaje. Lo que pasó no puede detener la macha sino que se convierte en aliciente para no repetir situaciones de daño y sobre todo para no producirlo a otros. El perdón comienza por perdonarse a sí mismo, por el reconocerse, valorarse y el fortalecer el amor propio, ya que el primer cambio nace interiormente.
- Cerrar los ciclos. Cada etapa y cada persona tiene su tiempo y su significado en la vida y el intentar retenerlos, sólo puede causar el estancamiento afectivo, económico o social. El cerrar con amor cada etapa trae las semillas para la prosperidad de las nuevas oportunidades, los nuevos espacios, las personas que arriban y las inéditas maneras de experimentar el mundo. Cerrar los ciclos es reconocer que podemos crecer, que podemos ser libres y que podemos amar sin límites.
- Mirar hacia adelante con confianza. Al superar el temor inicial, que es apenas natural, se abre entonces un mirada renovada sobre los horizontes, sobre la alegría por encontrar nuevos rostros, por las ganancia que se van a obtener y sobre todo por restituir un sano orgullo por sí mismo y con valentía tomar las riendas de la propia Nunca es tarde para cumplir los sueños, para ser felices, para lograr las metas, para encontrar la persona que realmente nos ame y podamos amar.
- Avanzar pasa a paso con firmeza. En ocasiones para producir el cambio, lo más difícil es el primer paso que permita reconocerse como un ser capaz de dejar aquello que ya no llena, ya no existe, ya no hace crecer, ya no da verdadero amor o que hace daño. Una vez iniciada la marcha el objetivo no es correr, sino mantener el ritmo de avance con firmeza, decisión y constancia; para esto es necesario felicitarse continuamente por logros obtenidos, revisar las rutas recorridas, buscar personas con el mismo ritmo de avance, creer en el amor y no olvidar nunca el ser solidario con quien lo necesite.
- Agradecer la nueva situación. A veces los beneficios de un cambio no se pueden ver de inmediato y una situación nueva, sea decidida o aparentemente fortuita se convierte para muchos en lo mejor que les ha pasado en la vida y sólo es posible darse cuenta mucho tiempo después. Son innumerables las situaciones, inclusive dolorosas o trágicas, que sacaron lo mejor de las personas, sus posibilidades de crecer, de aprender, de enamorarse, de triunfar y hasta de obtener riqueza. Agradecer por lo vivido y agradecer en confianza por el porvenir es clave para tener un presente lleno de prosperidad y salud. Es también indispensable no olvidar a quienes nos ayudaron a caminar y devolverles su bondad y cariño con generosidad.
- Enamorarse de la vida. La vida siempre será el regalo más grande y debemos reconocerla como la oportunidad maravillosa para sentir la plenitud humana y divina. La vida es en si misma movimiento y toda transformación hace parte del ritmo natural de la existencia por migrar, por fluir, por superar y por abrirse senderos insospechados. Aceptar el cambio con amor es aceptar que estamos vivos.
- Y todo lo anterior encuentra sentido en confiar en Dios y en su amor transformador que acompaña la existencia cada día.
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