Teólogo Fabián Salazar Guerrero. Acompañante Espiritual. Director de la Fundación INTERFE.
En ocasiones nos hemos levantado con todos los ánimos para iniciar un nuevo proyecto. De repente parece que nos quedamos sin fuerza y de nuevo volvemos a nuestra desilusionante monotonía. Nos esforzamos en cambiar y en tomar mejores decisiones, pero al final volvemos a caer en las mismas situaciones, recuerdos, miedos y personas que no nos permiten crecer.
Puede ser que no falte la voluntad o la compresión sobre lo que nos está pasando, sino que nuestra energía y atención se encuentran dispersas, ya que no hemos cerrado ciclos anteriores, y ahí siguen presentes como una fuga que roba nuestra felicidad.
Los ciclos son momentos destinados a una enseñanza para nuestro propio crecimiento personal. Se desenvuelven en momentos de inicio, de desarrollo y también de finalización; y cuando no se da un cierre de la manera adecuada, traen estancamiento, dolor y hasta desesperación. Los ciclos en la vida son iguales a los momentos del ciclo de la respiración, pues apenas termina una acción debe continuar la otra, a razón de mantener la existencia.
A continuación algunas reflexiones acerca del cierre de los ciclos:
Vivir en el presente. La nostalgia del pasado tanto como la ilusión del futuro, pueden distraernos de nuestra realidad y por lo tanto no nos permiten disfrutar plenamente de lo que nos rodea. Para que no se nos pase la vida, es hora de alzar la mirada y descubrir toda la belleza a nuestro alrededor, todas la flores existenciales que adornan nuestro jardín , y de aceptar todo el afecto que nuestros seres queridos nos ofrece ahora mismo; para qué dejar algo para alguna ocasión especial si todas las ocasiones son especiales.
Evitar engañarnos. La rutina, la costumbre o simplemente la inercia nos llevan a pensar que todo está bien y que si así ha funcionado, entonces debemos tratar de conservar todo igual. Es tanta la resignación que algunos se han acostumbrado a las espinas que les hacen daño a su cuerpo y corazón, y se han entregado con sumisión a ellas. Podemos buscar todas las razones posibles para no cerrar los ciclos y hasta inventar pretextos con el fin de justificarnos, pero todos estos esfuerzos serán inútiles si al final lo único que logramos es sentirnos esclavo de las circunstancias. Recuerda que sólo la verdad nos hará libres.
Confrontar la propia situación. En ocasiones el cierre de ciclos se deja descuidado esperando que algún suceso o alguna persona lo resuelva. Se piensa que cerrando los ojos, o aplazando la toma de decisiones se va a terminar por “arte de magia”. Nadie puede terminar los ciclos por nosotros, es nuestra responsabilidad y a la vez nuestra oportunidad para ganar experiencia y seguir avanzando en el camino.
Soltar aquello que ya pasó. El intentar retener una situación, circunstancia o persona que ya no debe estar en nuestra vida, puede llevarnos a la frustración y la desilusión, ya que neciamente nos aferramos a lo que ya no tiene un propósito en nuestra existencia. Cerrar los ciclos es tener la valentía de aceptar los duelos como parte de la condición humana y reconocer que todo se acaba y que simplemente la vida continua. Esto no quiere decir que no duela, sino que una vez terminada la cosecha, no podemos quedarnos quietos ensimismados en los frutos, sino que se requiere iniciar un nuevo ciclo de siembra.
Mirar y anticipar. Al ver Las circunstancias, por el impulso que llevan, podemos en muchos casos intuir con sabiduría como van a concluir. Si por ejemplo en una relación, una persona que inicia un maltrato, a la larga va a ir aumentando su violencia de manera progresiva; es entonces necesario tomar acciones y cortar a tiempo con ese individuo antes que alcance una mayor escala de agresividad. Viendo las evidencias y comprobando el daño que pueden causar la acciones de otros es mejor anticiparnos a protegernos. En el caso de un ciclo positivo es necesario tomar también acciones, por ejemplo, si hay abundancia en un ciclo se requiere con prudencia mesurar los gastos y ahorrar para responder en los tiempos menos productivos.
Reconocer que se viven nuevas etapas. Cerrar los ciclos es un ejercicio de aceptar la etapa en que se está actualmente. Las nostalgias por las épocas pasadas, por los años transcurridos o las vivencias dejadas atrás pueden llevar a la persona a vivir en amargura. Cada etapa de la existencia en un magnifico regalo y la oportunidad con todas sus potencialidades de sentirnos felices, saludables, amados y en bienestar. Es hora de detener el apresurado andar de la ansiedad y el estrés y comenzar a disfrutar el día a día sin prisas.
Buscar ayuda y consejo. En ocasiones nos es difícil cerrar los ciclos por nosotros mismo y es necesario pedir ayuda tanto de amistad como profesional. En ocasiones las víctimas se acostumbrado al maltrato, la manipulación, el abuso que ya parecen normales y se confía en que las situaciones o personas nocivas van a cambiar, pero los hechos demuestran lo contrario. En esos momentos es necesario pedir guía y hasta tratamiento para buscar la salida a un círculo perverso que se repite.
Gozar la temporalidad. Cada momento es único y por eso es importante celebrar cada instante, buscar la compañía de los seres queridos y agradecer por las experiencias de cada día, para que cuando un ciclo se termine no quede del dolor del arrepentimiento por lo que pudimos haber hecho, expresado o aprovechado y no lo hicimos. La vida es un ciclo, hecho de instantes que pueden ser maravillosos, si nos dejamos sorprender como cuando éramos niños.
Confiar en la ayuda divina. Cerrar los ciclos es finalmente un acto de fe y de esperanza en que Dios tiene algo mejor para nosotros cada mañana y que lo único que espera es que abramos las manos, la mente y el corazón a recibir con generosidad. El, envía a sus ángeles para que nos cuiden y ayuden a cumplir nuestros sueños sin apegarnos a los medios ni a los resultados. Y una vez termine nuestro ciclo en esta vida nos recibirá amorosamente como quien regresa a casa.
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