Fabián Salazar Guerrero PhD. Doctor en Teología. Ciberasesor Espiritual.
En estos momentos, cada persona, desde sus particulares circunstancias, va cambiando su estilo de vida y lo que parecía cotidiano ahora se ha convertido en extraordinario. Por ejemplo, el salir a caminar, el encuentro con los amigos, las celebraciones, el respirar libremente o simplemente estar cerca a los demás, son anhelos que se extrañan profundamente.
La vida se nos va trasformado y una de las lecciones que nos deja esta situación es la de valorar los pequeños milagros de cada día. Sentirse agradecido por estar vivos, disfrutar de la compañía de los seres queridos, cuidar de la salud como un tesoro y descubrir nuevos talentos.
Para ver esos pequeños milagros se requiere estar dispuesto a dejarse sorprender con la curiosidad y alegría de un niño, mantener la mirada atenta para ver los detalles que se nos presentan en cada rincón de la existencia y recibir con delicadeza cada expresión de ternura de nuestro entorno.
Los pequeños milagros están llenos de gracia, gratuidad y gratitud. Son gracia por ser un regalo divino, son en gratuidad, ya que se nos dan sin pedirnos algo a cambio y son motivo de gratitud por originarse en el amor.
Muchas veces se pierde la oportunidad de disfrutar de estos regalos, pues estamos tan ocupados, tan preocupados, tan enojados, tan ambiciosos, tan ansiosos, tan manipuladores que difícilmente podemos ver la riqueza de maravillas que nos rodean.
Un milagro no es algo imposible, el milagro es una realidad para quien está dispuesto a arriesgarse a vivir sin prejuicios, sin miedo y sin egoísmo. Para vivenciar esta actitud de observador de los pequeños milagros se podría hacer lo siguiente:
-Bajarle el ritmo a la vida para ir más despacio en todo y disfrutar de aquello que nos ocurre en lo largo del día.
-Hacer silencio para escuchar las voces de los seres amados, los sonidos de la naturaleza, la música alrededor y hasta el latido de nuestro corazón.
-Ser conscientes de nuestra respiración y llenarnos profundamente de gozo con el aire que entra dándonos vida y sanación. Conservar la misma actitud para cada actividad de la jornada.
-Dedicar tiempo a nuestros seres queridos para escucharnos, consentirnos y expresarnos afecto.
-Estar atentos de los detalles milagrosos en el presente para que no se nos vaya la vida en nostalgias por el pasado o en angustias por el futuro.
-Dejar de quejarnos por lo que sucede y empezar a reconocer los milagros en las oportunidades detrás de las dificultades, en los desafíos ocultos en las limitaciones y en las posibilidades de crecimiento en los obstáculos.
-Consagrarse amorosamente a ser un hermoso milagro para los demás, para ser fuente de luz, sabiduría, consuelo y esperanza.
-Recibir entusiasmados los milagros maravillosos que Dios nos prepara cada día y agradecer por el principal de ellos que es la vida misma.
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