La presión social hace muy bien su papel de intentar dominar la mente, el corazón y hasta el cuerpo, y usa muchas veces la casa, la escuela y los medios de comunicación como sus instrumentos. Desde una temprana edad, algunos de los mensajes de los padres y educadores parecen estar encaminados a imponer un estilo de vida donde es necesario “encajar” a cualquier costo con el propósito de ser aceptados en el entorno. Sin embargo, en ese intento de moldear también se pierde mucha de la solidaridad, la compasión y la bondad que son inherentes a la naturaleza humana.
Para no permitir el ser dominados por esta presión, es necesario mantener un corazón de niño que nos permita conservar la esperanza, la alegría y la espontaneidad; y de esta forma, no dejarnos atrapar por las intrigas de poder, las desconfianzas sembradas contra los otros, los rumores destructivos, la manipulación, la exaltación de los prejuicios, las injusticias y los deseos de alcanzar las metas no importando a quién se deje herido en el camino.
Estas son algunas de las virtudes de las cuales podemos aprender:
Igualdad. El niño con naturalidad descubre la igualdad y el deseo de compartir con el otro. Acepta que por naturaleza somos semejantes y que si alguien tiene un dolor o necesita algo, debemos socorrerlo, consolarlo o sanarlo. Los prejuicios sociales, raciales, de religión o de género, son producto de los intereses, la ignorancia o el temor, pero no hacen parte de la natural limpieza de nuestro corazón.
Dejar el orgullo. Los niños y niñas enseñan que para seguir divirtiéndose es necesario encontrar solución desde un apretón de mano, puesto que la amistad es más importante que el ego o el rencor- Ellos descubren que el tiempo pasa rápido y no vale la pena estar enojados y que todos somos valiosos en el equipo de juego que es la vida.
Alegría. Las cosas más valiosas de la vida, entre ellas la alegría, no la podemos comprar y eso lo saben los niños. Por eso la comparten con generosidad. Estamos en esta vida para disfrutar de lo que nos rodea en gozo, para manifestar nuestro amor a los seres queridos y para dejarnos sorprender con tanta belleza a nuestro alrededor.
Ternura. Intentar compartir en ternura es aprender a perdonarnos, aceptarnos y desear hacer cambios benéficos a nuestra existencia desde la dulzura del alma. Así mismo, desde esa ternura permitirles a los otros simplemente ser ellos mismo en su maravillosa originalidad y libertad.
Lo anterior es una invitación en esta navidad a ser generosos y a trabajar por el bien común en la promoción de una sociedad justa, participativa, igualitaria e incluyente que supere las ambiciones individuales o particulares. Y en este cambio de corazón podemos pedirle a Dios que nace como niño en un pesebre que nos inspire y nos ayude.
Fabián Salazar Guerrero PhD. Doctor en Teología. Asesor en belleza espiritual.
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