Recientemente tuve la oportunidad de conocer de cerca cómo se preparan los alimentos que llegan a nuestra bandeja durante un vuelo. Admito que, aunque uno tiende a pensar que la experiencia de comer a diez mil metros de altura es solo “para matar el hambre”, encontré varias sorpresas que me hicieron ver el proceso con otros ojos.
Trabajo en tierra
Gracias a una invitación realizada por Delta Airlines, me puse unos guantes desechables, una bata y una cofia, y me dispuse a conocer las bodegas y cocinas ubicadas en el mismo aeropuerto El Dorado, desde donde se proveen los alimentos para los vuelos.
Las instalaciones son rigurosamente vigiladas. Desde el momento en que llega cada ingrediente hasta que sale el plato final, cada paso está sujeto a exhaustivos controles de seguridad. Aquí le comparto algunas de las cosas que más me sorprendieron.
Prevenciones exhaustivas contra alergias alimenticias
En la alimentación aérea no se permite que nada quede al azar, y esto tiene sentido si consideramos el contexto de un vuelo, donde las posibilidades de manejar una emergencia alimenticia son prácticamente nulas.
El margen de error es tan pequeño que la bodegas, cocinas y platos están completamente demarcados con etiquetas que indican alérgenos, pues algo tan básico como separar ingredientes puede hacer una diferencia vital para un pasajero con alergias.
¿Por qué siempre nos sabe “raro” la comida en el aire?
Muchos tienden a pensar que “la comida de los aviones es fea”, pero no es tan simple. En realidad, hay una inesperada razón por la cual nuestra percepción sensorial en el aire es distinta
Cuando estamos en el aire, nuestra recepción del sabor y los aromas cambia. Entre la presión de la cabina y la baja humedad, perdemos parte de nuestra capacidad de saborear y oler.
Además, también está comprobado que la exposición constante al ruido del avión disminuye hasta en un 30% nuestra capacidad de sentir sabores dulces y salados.
Para contrarrestar la pérdida sensorial, aerolíneas como Delta contratan a chefs reconocidos, que se especializan en diseñar recetas que destaquen a pesar de estas condiciones.
Los menús son creados para que la intensidad de cada plato llegue a nosotros tal y como fue concebida, incluso si nuestro paladar está “en pausa”.
La comida entra por los ojos
Si habitualmente nuestro juicio hacia un plato empieza por su presentación, imagínese lo importante que se vuelve la vista cuando tenemos los sentidos del gusto y el olfato trabajando “a media marcha”.
En el caso de Delta, el personal de las cocinas en El Dorado se rigen por guías que no solo indican los ingredientes y la técnica, también incluyen fotografías detalladas de cómo debe lucir cada plato.
De este modo, el equipo en tierra sigue estas indicaciones al pie de la letra, asegurándose de que los pasajeros encuentren en su bandeja una experiencia visual atractiva.
Lo que pude ver en esta visita me dejó claro que hay mucho más detrás de la comida que consumimos en los aviones de lo que imaginamos. Así que, la próxima vez que abra esa pequeña bandeja, recuerde que, detrás de cada bocado, hay un esfuerzo significativo para que podamos disfrutarlo, incluso a diez mil metros de altura.
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