Juan,

J – U – A – N, tus letras me saben a leche derramada, desde donde brota milpa y espinas que has ido arrancándole a los cactus de tu desierto, aguijones que solo porque han atravesado tu mano ya no pinchan sino que son un cosquilleo en la garganta, y bebo, bebo y rebebo. Y no me canso, porque contigo no se me quita la sed.

Posdata:

“Junto a tu nombre el dolor es una cosa extraña”