Mi vida profesional ha sido un camino que en ocasiones he recorrido orgullosa y erguida y en otras, a duras penas en pie. Tengo una formación académica amplia y maravillosa, un regalo que la vida me obsequió: un pregrado, un máster, una especialización. Mejor dicho, ¿qué mejor que el set completo de diplomas para moverse en este mundo? Pero la vida, hermosa y demoledora, no te da garantías y en ocasiones tuve problemas integrando mis conocimientos, intereses y capacidades a una fuerza laboral que parecía estar empecinada en darme la espalda. No soy una víctima, ni más faltaba, simplemente quise solucionar algo que no necesitaba ser solucionado, corregir una situación que nunca estuvo rota. Una mirada al interior hubiera bastado para darme cuenta de que ya era todo lo que siempre había querido ser.
La realidad es que necesitamos trabajar y tener una fuente de ingresos que cubra nuestras necesidades, y además considero verdadera la creencia que dice que el trabajo dignifica. Pero muchos de nosotros perdemos el norte cuando navegamos el mundo laboral. Las nuevas generaciones nos hacemos más preguntas y nos cuestionamos más de lo que lo hicieron nuestros padres y aunque estoy a favor de tener el valor de hacer preguntas, sé que los interrogantes pueden dejarnos con la sensación de estar perdidos. No es difícil perderse en el caudal del sistema profesional actual, un sistema extraño y rígido, básicamente una “carrera profesional”, en donde el individuo se entrega en cuerpo y alma a la ilusión de llegar rápidamente del punto A al punto B. ¿Qué queda atrapado entre estos dos puntos? ¿Que dejamos atrás, que sacrificamos, que aprendemos?
La verdad nunca quise revelarme en contra del sistema laboral, muchas veces solo quise un pedazo de la seguridad que parecía darle a mucha gente. Inclusive pensé que mi identidad estaba definida por lo que lograra en el campo laboral. Y cargando ese mundo de presión a cuestas, no era de extrañar que estuviera muchas veces insatisfecha con mi actividad laboral. Lo intenté, pero las repetidas ocasiones que parecía ser expulsada como el oleaje expulsa algún objeto indeseado, solo me dejó por concluir que no podía seguir haciendo lo mismo esperando resultados distintos.
De ese afán solo me quedó el cansancio y una lección atesorada: ahora sé cuales de todos mis esfuerzos si funcionaron. He transitado amablemente el sendero profesional cuando logro alinearlo e integrarlo con todos los otros aspectos de mi vida que me generan pasión y estimulan mis exploraciones humanas, cuando es parte de mi total sistema, una expresión más de mi creatividad y del torrente de vida que fluye en mi interior. Ha funcionado cuando no lo trato como un fragmento aislado que debe solucionarse rápidamente porque de lo contrario mi identidad se verá afectada, cuando me siento conmigo mismo y reconozco mis capacidades emocionales, espirituales y mentales y sé que puedo ponerlas al servicio de una vida que no es la vida laboral, es simplemente la vida.