La simplicidad no es un atributo que describa nuestra sociedad. Somos complejos, nuestros sistemas sociales, económicos y políticos son maquinarias pesadas que reciben con malestar cualquier cambio. A nivel macro, nuestras economías son como pulpos de mil tentáculos en donde es difícil distinguir que es mejor, una lechuga orgánica cultivada en otro continente y servida en nuestra mesa o una lechuga no orgánica cultivada localmente. Pocas cosas son evidentes u obvias, todo tiene facetas e interpretaciones, nada parece simple. En una escala más pequeña, nuestras vidas también son complejas, así las hemos diseñado, nos hemos alejado de la simplicidad para adentrarnos en un laberinto de decisiones apresuradas, suposiciones y contradicciones. La vida dejó de ser simple, pero la simplicidad es nuestro anhelo secreto y la buscamos sin saberlo para poder reencontrarnos con lo que es realmente nuestra esencia.

En el día de hoy, si pudiera recomendar algo, una dosis simple de remedio casero, con un solo ingrediente para aliviar el estrés y reencontrarnos con la simplicidad, diría: disminuyamos el paso, caminemos más despacio. ¿Por qué tenemos que hacer todo tan rápido? Si nos preguntan algo, tenemos que contestar algo inmediatamente o de lo contrario dejaríamos un espacio vacío de silencio en el que alguien puede sentirse incómodo. Hoy en día está bien visto tener la habilidad de hacer muchas cosas al tiempo, y la tecnología acolita este comportamiento. Un teléfono permite trabajar, escribir, tomar fotos, leer las noticias, ver los perfiles sociales de amigos, chatear. Lo hacemos todo al tiempo, sin levantar la cabeza y a duras penas respirando. Vivimos tan rápido que inclusive queremos solucionar el futuro desde el presente, una ilusión de nuestra mente que solo nos trae problemas.

La clave de la vida simple se encuentra en el momento presente, pero para acceder al momento presente podemos empezar por algo más sencillo, hacer las cosas más despacio. Con pequeños esfuerzos de conciencia en nuestra cotidianidad podemos alcanzar grandes metas.

Soy una apasionada de los temas de la nutrición y la sana alimentación. He recorrido mi propio camino hacia el bienestar de manera experimental, a veces con actitud curiosa y otras veces con afán de llegar a mi destino. El caso es que como todos en este planeta, he tenido un camino que recorrer y muchas veces ha dolido. A través de la comida he aprendido muchas cosas, una de ellas es a tocarla, mirarla y prepararla con gusto y reverencia. Cada vez que nos alimentamos tenemos la oportunidad de parar y conectarnos con nuestros sentidos, el olor, la vista, el tacto, el gusto. Puede ser un momento íntimo y profundo si así lo queremos. Cada bocado, un instante de presencia y conciencia que nos conecta con el símbolo del alimento, lo que nutre nuestras vidas.

@camilasernah

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