Este es un reconocimiento a un leal amigo, a nuestro mayor aliado. Solo por ignorancia solemos pasarlo por alto, pero a nuestra ingratitud el responde con total compromiso. Es la dulce compañía del momento presente. Como lo llama el Curso de Milagros, un pedazo de cielo que nos conecta con la vida. Es el momento presente, el instante que lo contiene todo, en donde todo ocurre, y la existencia se despliega. He observado que generalmente el momento presente es bastante manejable, su torrente de vida nos carga con la capacidad de tomar decisiones y actuar coherentemente. En el momento presente, limpio y fresco, están los recursos para navegar cualquier circunstancia. La vida solo se vuelve intolerable cuando asfixiamos al presente con los juicios del pasado y las proyecciones del futuro. Somos necios y creemos que no es seguro permanecer en la simplicidad del momento, descansar en su sencilla desnudez, su amplitud. Lo sofocamos porque creemos estar a salvo si mentalmente rumiamos una y otra vez sobre hechos pasados o futuros, si encontramos soluciones a ficciones que muy probablemente nunca ocurrirán o que ya ocurrieron. El momento presente es el único espacio del tiempo que es real, es nuestro hogar, es eterno y siempre está disponible para que al entrenarnos, aprendamos a volver a él.
Los seres humanos somos criaturas con comportamientos curiosos, me pregunto porque evadimos el único espacio de tiempo que nos ofrece la libertad. Sé que la ciencia nos ha dicho que nuestro sistema límbico registra peligros, lo que en un momento dado sentimos con un peligro, ya sea real o falso, queda gravado en nuestro cerebro y puede activarse al encontrarnos con situaciones que nos recuerden a esa amenaza. Esa es nuestra biología y estos mecanismos sin duda fueron útiles para el hombre primitivo que debía aprender rápidamente sobre los peligros de la vida salvaje. El problema es que ahora nuestras alarmas falsas gobiernan la vida. Si una alarma falsa se activa en el presente gracias a un juicio del pasado, queremos salir de ese momento rápidamente, evitar el dolor o el malestar.
– Pema Chodron
Otras miradas, un poco más metafísicas de por qué somos como somos nos hablan del dolor de la separación al entrar en esta experiencia humana. Este plano de realidad es aparentemente sólido, competitivo, estático y cada cosa esta separada de la otra. ¿Y si la realidad de nuestra alma es vivir en un plano fluido, en donde todo lo vivo comparte y coopera y está conectado íntimamente? Tal vez, pertenecemos a un todo y en este plano físico hemos olvidado nuestro origen, y eso nos causa dolor. Somos como somos porque queremos sanar ese dolor y estamos acá para aprender a hacerlo.
No sé cuál es la verdad, pero creo que el humano puede elegir y reaprender. Si algo en nuestra vida no funciona, lo más seguro es que tenga solución, pero tal vez necesite de un cambio de percepción. No es fácil, necesita entrenamiento diario, fe y coraje, pero es posible encontrar la paz en medio del dolor, la alegría, la ansiedad, el temor. Podemos hacer que nuestros malos hábitos mentales y conductas sean lentamente transformadas y volver al presente, el único espacio en donde realmente habitamos.
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