Hace poco el periódico El Tiempo público un artículo titulado ¿Sé queda sin aire el pulmón del mundo?, un dramático recuento del acelerado paso de la deforestación de nuestra preciosa Amazonia. Este generoso pulmón del planeta, hogar de millones de especies de fauna y flora, ha sido presa de la desafortunada union de factores que a pasos de gigante socaban su vitalidad. Leyendo este artículo, siento el impulso necio de señalar y optar por una actitud de violento moralismo. Rápidamente comprendo que el planeta no necesita más fanatismos. Sin embargo, me pregunto si hay algo que yo, tan pequeñita e impotente, pueda hacer, y la respuesta es sí. Inevitablemente me pregunto, ¿qué estoy dispuesta a sacrificar, a cambiar en mi conducta, para ayudar?
¿Entendemos la relación entre lo que ocurre en la Amazonía y nuestras más cotidianas decisiones? ¿Comprendemos que una de las principales causas de la deforestación es la ganadería? La ganadería necesita de grandes extensiones de tierra, millones de vacas generando desechos contaminantes en el agua y al aire, principalmente a causa de sus excrementos. A veces los humanos nos cuesta unir puntos, ver la conexión. Fácilmente hacemos las asociaciones si nos afectan directamente, pero si son poco evidentes, preferimos no indagar demasiado. La verdad es que nuestra demanda de carne y lácteos es el motor de tanta ganadería. Fácil.
Otra asociación que no comprendemos es cuál es la relación entre la salud y el bienestar de la Amazonía con nuestra vida en la ciudad, lejos de la problemática en la selva. En el artículo, se hace claro que existe una conexión:
Hernán Montero, de la Territorial Amazonia de Parques Nacionales, advierte que la ruptura de los flujos entre ecosistemas es catastrófica para un escenario de cambio climático. “La Amazonia tiene tanta agua, sencillamente porque llega desde la región Andina, y al tiempo, los ciclos hidrológicos y climáticos de nuestras ciudades dependen en gran parte de que las cosas funcionen bien en el bioma amazónico. No podemos desconectarnos”.
La ganadería no es la única razón por la cual la Amazonía sufre, si se le mira más de cerca, la verdadera razón por la cual zonas tan preciosas como la selva amazónica son deforestadas es por nuestro erróneo concepto del desarrollo. Allí confluyen la ilegalidad, la ausencia del estado, la explotación minera, poblaciones desplazadas y desprotegidas.
Es una realidad compleja, pero nuestra manera de ayudar es simple. Podríamos reducir considerablemente nuestro consumo de carnes y de lácteos. Desde una perspectiva ambiental, el impacto sería positivo, daríamos un merecido respiro a nuestro planeta. Esto sin contar que menguarían las controversias sobre crueldad hacia los animales, el uso de antibióticos y hormonas. Sé que para muchos la costumbre es difícil de sacudir y esto suena como un real sacrificio. Inclusive podemos pensar que nuestra dieta no estaría completa sin la cantidad de proteína animal que creemos necesaria. Sin embargo, los paradigmas sobre nuestra necesidad real de proteína o de calcio proveniente de la carne animal o de los productos lácteos están cambiando. Podemos encontrar maneras para alimentarnos que sean más sostenibles, llego la hora de involucrarnos y dar los primeros pasos hacia el cambio, cualquier esfuerzo será apreciado y resonara hasta el verde profundo de la selva.
Link artículo de El Tiempo:
@camilasernah
www.francamaravilla.wordpress.com