Me asombra el deseo que veo en las personas por reencontrarse con una versión más auténtica de ellos mismos. Todos queremos reconectar con nuestra esencia, volver a un origen que a veces solo intuimos porque nuestra aplastante cotidianidad es lo único que vemos.  A propósito de esta tendencia generalizada por retomar un camino más sincero, hace unos días tuve la oportunidad de ver una película llamada Orígenes. Es una nueva producción, liderada por un médico que durante 4 años recorrió el mundo en busca de pistas y testimonios que nos revelaran cual es el camino de vuelta a casa para la especie humana, el camino de vuelta al origen.

La película empieza con el hombre primitivo, los pequeños grupos de humanos cazadores y recolectores que iniciaron su periplo desde África, cuna de la especie humana, y conquistando el fuego y las herramientas se convirtieron en una especie exploradora del planeta, un depredador dominante. Para la raza humana hubo varios factores que permitieron su acelerado desarrollo, incluyendo el dominio del fuego para cocinar, tratar el alimento y potencializar su poder nutritivo. También influyó el hecho de que estas poblaciones eran costeras y tenían acceso a la pesca. El pescado, alto en ácidos grasos omega 3, ayudó al desarrollo del cerebro humano. Cuando aprendemos algo, nuestro maravilloso cerebro, compuesto en un 60% de grasas, cambia su estructura y aísla y encapsula nervios. Nuestra incrementada capacidad de aprender nos permitió acceder a los medios que facilitaron nuestra supervivencia.

Más allá de una serie de acontecimientos afortunados para el desarrollo de nuestra especie, la película Orígenes hace énfasis en un punto que yo encuentro fundamental: el hecho de que el ser humano hace parte de la naturaleza. El hombre primitivo lo sabía y vivía su vida entorno a esta verdad, el hombre que cazaba y recolectaba hablaba con la naturaleza, la honraba y respetaba como parte de su familia intima o de su mismo ser. La película habla de otros puntos de desconexión que hemos vivido en este trayecto humano, como nuestros hábitos alimenticios y de estilo de vida. Estos son temas de mi particular interés, pero en esta ocasión quiero resaltar nuestra actitud desnaturalizada frente a la naturaleza. Sin duda, todo está relacionado, y la manera como comemos, trabajamos, dormimos y nos relacionamos unos con otros son todos elementos fragmentados de un mismo sistema roto. Son todos reflejos de una misma imagen desunida que anhela algo que vagamente recuerda pero que le susurra insistentemente.

Somos naturaleza, es parte de nuestro ser, negarlo es negarnos. Ir en contra de la naturaleza es negar nuestro origen, nuestro hogar, nuestro tesoro. Creer que somos seres aislados de los mares, de los animales, de la lluvia y de las estrellas nos deja es una posición triste y difícil de manejar, nos aísla y nos priva de participar del milagro, de ser parte de la belleza de la vida que habita en nosotros mismos.

@camilasernah

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