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Cuando entendí con mi corazón que yo era un ser humano, y como tal, estaba sujeta a condiciones primarias de comportamiento, sentí un gran alivio. Suena increíble, que una mujer educada, viajada y leída no haya entendido antes a que especie pertenecía. Pero así fue, y cuando lo comprendí, volví a casa, me acogió mi familia humana con toda su imperfección y belleza. Una de las cosas que comprendí es que nosotros los humanos buscamos placer y evitamos el dolor. Esta revelación fue como un bálsamo para una creciente ansiedad sobre mis erráticos comportamientos. De repente me sentí acompañada por otros billones de seres humanos que como yo, instintivamente buscan su supervivencia, ese llamado antiguo y visceral que nos llama a evitar el sufrimiento. Creemos que el dolor, el miedo, el sufrimiento son emociones que no debemos tener y no podemos sentir. En algún lugar de nuestro interior, nos parece que son pequeñas o grandes muertes y no toleramos la amenaza. Nos las miramos ni sentimos, gastamos toda nuestra energía en bloquearlas o acallarles. Y eso es imposible.
Mi historia con la evitación no paró ahí, adentrarme en el mundo de la evitación fue como adentrarse en aguas heladas y profundas. Comenzar a plantearse preguntas sobre mis maneras intimas de evitar y como las justificaba fue como derribar ciudades enteras dentro de mí. Hace poco escuché la conclusión de una mujer que dice que el sufrimiento humano viene primordialmente por nuestra tendencia a evitar. Estoy de acuerdo. Si en algún momento ha sido imperativo para nuestra supervivencia el poder actuar rápidamente y evitar amenazas reales, en la sociedad actual vivimos asustados por toda suerte de amenazas falsas e incomprensibles. Nos aterra de muerte una entrevista de trabajo, una cena con los amigos del colegio, una visita al médico, un simple cambio de planes. Para poder evitar abandonamos, nos excedemos, nos aislamos, nos vamos a los extremos.
Así somos, o como me dice mi esposo, así soy yo. Pero la verdad creo que no solo soy yo, creo que así operamos la gran mayoría, porque entre más me conecto conmigo misma, más capacidad tengo de ver mi reflejo en otros. Me maravilla ver como todos somos iguales y distintos al mismo tiempo. Eventualmente hacernos las mismas preguntas llevara a que cada uno de nosotros encuentre su propia respuesta. Y eso es una de las glorias de
pertenecer a esta familia humana.
@camilasernah
www.francamaravilla.wordpress.com
Que artículo tan mal escrito. No le caería mal que alguien se lo leyera antes de publicarlo. ¿En este periódico no tienen un corrector de estilo? y Camila Serna no tiene un programa con corrección de ortografía.
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