Es difícil vaciarse en estos tiempos, parece que cada vez mas, lo que creamos son mas y mas formas de repletarnos de información, de imágenes, de conceptos. Plataformas de todos los estilos, acomodándose a tantas necesidades humanas que son pocos los nichos no atendidos por la web. Madres, jugadores, activistas, fashionistas, científicos, todos tienen su lugar especial en la red. Revisamos nuestras cuentas con religiosidad antes de acostarnos y al levantarnos, es nuestra conexión con lo virtual lo primero que nuestra mente recibe, sube y baja el sol, y nosotros seguimos dándole un espacio de total privilegio a nuestra vida frente a la pantalla. Pasamos de una red a otra a una velocidad tal que a nuestra biología le cuesta seguir el paso.

Desconectarnos es mas difícil, razón por la cual es un mal recurrente que la gente tenga problemas para conciliar el sueño. Al finalizar la jornada, el cuerpo necesita un tiempo para bajar el ritmo, desacelerar y recibir la tenue luz de un día que llega a su fin, el cuerpo debe recibir el mensaje de que es hora de descansar. Así respetamos sus ciclos biológicos, estos mecanismos tan útiles y perfectos que llevan funcionado magistralmente mucho antes de la llegada del internet. Simplemente, no estamos aún diseñados para recibir tanta información, nuestro cerebro necesita mas espacio de amplio descanso, de vacío. Veo con preocupación que no se nos enseñe desde pequeños el arte de vaciarnos, de retirarnos a la solitud de nuestra sola presencia.

Como especie somos unos genios de la distracción, recurrimos al entretenimiento para evadir cualquier cosa que requiera esfuerzo, o Dios no lo quiera, que nos produzca algún tipo de incomodad. Que reto tan grande contar con la maravilla que ofrece el internet y su infinidad de fotos y sonrisas, en internet, la vacación nunca termina, es siempre verano. El problema es que la vida real esta lejos de ser así.

La importancia que han tomado las redes sociales es impresionante y es una tendencia que muy probablemente siga fortaleciéndose. También creo que son herramientas maravillosas si se saben utilizar con conciencia. Seria interesante que adquiriéramos el habito recurrente de no mirar nuestras cuentas de redes sociales por unos días, y ver qué pasa. ¿Suena imposible? Entiendo que la ansiedad pueda levantar su cabeza en el instante en el que una pantalla y una conexión a internet nos ofrezcan la posibilidad de revisar nuestras cuentas una vez mas. Tal vez sintamos que nos vamos a perder de algo importante, ¿pero qué tan probable es que realmente nos perdamos de algo de gran importancia? Por el otro lado, el experimento podría tener un alcance maravilloso, qué tal si lo intentamos.

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