Mi bebe nació hace casi once meses, muy pronto celebraremos su primer año de vida. En este año, mi bebe experimentó innumerables eventos, aprendió a reír, gritar, pelear, jugar, moverse, en fin, la vida desplegándose ante nosotros con intensidad. Maravillados ante los procesos naturales del crecimiento, solo podemos confiar un poco más en la vida, ella sabe lo que hace, se mueve al ritmo universal, poco tiene que ver con nuestros deseos o agendas. Muchas cosas pasaron para él y muchas cosas pasaron para nosotros, sus padres.
Como bien sabemos quienes somos padres o madres, la vida da un giro radical después del nacimiento. Es un gran tsunami y no estamos preparados para recibirlo. Te pueden contar sobre la tormenta, pero hasta que su ojo no toca el centro de nuestros hogares, no sabemos lo que implica para nuestra mente, cuerpo y alma.
Si antes había tiempo, ahora parece que el tiempo se nos resbala entre las manos, nuestro bebe ocupa nuestra atención, nuestra mente de madre se concentra mas allá de lo posible para planear, organizar, prever, imaginar, crear. De repente nos encontramos ante la situación de tener que decidir sobre la vida y supervivencia de otro ser. ¿Qué le damos de comer, cómo manejamos sus rabietas, dónde ponemos los limites?
En medio de la turbulencia, una cosa dulce ocurrió en este año. Mi bebe me ayudó a habitar el momento presente. Es una cualidad maravillosa que tienen los bebes. Jugar con ellos, mirarlos, atenderlos, son actividades que te jalan de nuevo al presente. Y no lo vivo como una pelea, es común que nuestra escurridiza mente se resista a la desnudez y simplicidad del presente y prefiera ir a lugares distantes en el futuro o en el pasado. Para mi deleite, me ha pasado que mi bebe me llama dulcemente al presente, y yo atiendo a su llamado, y juntos pasamos un rato maravilloso en el único momento real que existe, el ahora.
Health Coach
Institute for Integrative Nutrition