En mi biblioteca de kindle hay muchos libros de dietas. No las promuevo, realmente no creo mucho en ellas, pero las investigo para comprender el fenómeno de este movimiento mundial. Finalmente, soy coach de nutrición y mi conversación con clientes muy frecuentemente gira alrededor de este deseo ardiente de bajar de peso. Cuando tengo una mujer enfrente, mi más profundo deseo para ella no es que logre bajar de peso, sino que reclame su libertad del yugo de estar obsesionada con el peso. Sin embargo entiendo su necesidad y su urgencia, no descarto su anhelo porque veo una mujer insatisfecha con la manera como se presenta en el mundo. Y me parece legítimo. Ella quiere más, simplemente está buscando en el lugar equivocado.
En mi practica podemos hablar de dietas y bajar de peso, podemos hablar de métodos y estrategias. Hay algunas dietas que encuentro valiosas, que apoyan nuestra biología. Ahora sabemos del rol de la insulina, y sabemos mucho sobre la anatomía de ganar peso, un proceso que ocurre a nivel celular. Sabemos sobre el impacto del azúcar, y los mitos alrededor de las grasas. Pero sé que si solo hablamos de eso, estoy perdiendo una oportunidad con esta mujer. La dieta es una conversación que se agota muy fácilmente y tiene limitaciones. Es una conversación que ella puede tener con cualquiera, pensando que tal vez alguna si será diferente, y la salvará. La oportunidad de yo tengo es guiarla en una conversación que tendrá que tener si quiere cambiar su conducta con la comida.
Viendo las estadísticas sobre las personas que logran bajar de peso y mantenerse por más de una década, el panorama es dramático. Menos del 5% de las personas lo logran. Así que si ampliamos la conversación, tal vez logremos más resultados. Para muchas es incómodo, pero me pregunto que es más molesto, vivir en guerra con la comida, o por primera vez enfrentar las razones reales de porque comes como comes.
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@camilasernah