Regina Thomashauer dice que las mujeres somos el recurso más importante y subvalorado de nuestra sociedad actual. Thomashauer no es la típica mujer. Ella se auto proclama una cortesana moderna, no porque trabaje por sexo, sino porque como las cortesanas de antaño, vive su vida sin pedir permiso, audaz y orgullosa de su poder femenino. ¿Cuántas mujeres conoces que sean así? ¿Cuántas mujeres emanan una magnética sensualidad y profunda conexión con su poder? Regina tiene un colegio en Nueva York que se llama School for Womanly Arts. A sus estudiantes las llama sister godesses, y en su programa las instruye en el arte de ser una mujer. No he tomado el curso, pero su mensaje me gusta. No me importa que sea excéntrica y hable abiertamente de vaginas y vulvas. De hecho, no solo me gusta su mensaje, lo considero relevante para la situación actual de las mujeres en la sociedad que hemos creado.
Como coach de nutrición, veo la trampa en la que hemos caído las mujeres. ¿Has pensando cuántas industrias cerrarían de un día a otro si las mujeres decidiéramos querernos y valorarnos? No habría jóvenes de 28 sintiéndose viejas, mujeres matándose de hambre, otras comiendo como si no hubiera mañana o sintiendo que fracasan todos los días porque no se ven como un anuncio de revista.
¿Qué extraño fenómeno ocurre cuando una mujer permite el tipo de violencia que sufrió María Isabel Covaleda hace unos días? ¿Qué pasa por su cabeza mientras perdona a su agresor una y otra vez? Ella olvido quién es y si crees que no tienes nada que ver con Covaleda, piensa de nuevo. Todas las mujeres de nuestra sociedad actual podríamos fortalecer nuestra percepción de nosotras mismas, todas sin excepción. ¿Por qué? Porque solo por haber nacido en este tiempo, en una cultura que favorece al hombre y subestima a la mujer, algo se nos ha pegado.
Me pregunto qué se necesita para que despertemos. La respuesta no la tiene un doctor, ni un gurú. La tiene el espíritu rebelde que habita en el alma de la mujer. Esa alma que clama más libertad, más placer, más poder. Ese ese llamado no atendido lo que nos lleva a confundirnos y pensar que la comida podría llevarnos a ese éxtasis, o los brazos de un hombre, así nos agreda. Estamos confundidas. Pero somos mujeres, y nunca dejaremos de ser poderosas, así lo olvidemos de momento.
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