Investigo mucho sobre el estrés. Le sigo la pista porque soy consciente del problema de salud que representa (para hombres y mujeres, aunque las mujeres estadísticamente somos más vulnerables a la ansiedad). El problema es que al igual que la palabra bienestar, la palabra estrés tiene ya un dejo de cliché en nuestra mente. Tantos artículos hablan del estrés que parece una nueva moda, pero no es un cliché ni una moda, es información relevante que clama atención. De todas mis investigaciones sobre el estrés, te traigo hoy un resumen con la información relevante a ti. Y si alguien te ha dicho que el estrés es un villano, y debes eliminarlo, créeme, no esta entendiendo la naturaleza del estrés ni la tuya como ser humano.

Si eres como yo, te gusta entender las cosas. En cuanto al estrés, su realidad biológica es indiscutible: el estrés es una respuesta a una percepción de peligro que genera una cascada de reacciones biológicas. La hormona del estrés se llama cortisol, se fabrica principalmente en las glándulas suprarrenales. Cuando sentimos peligro, esta hormona se libera a la sangre, disparando los niveles de glucosa en músculos y subiendo la presión arterial. La glucosa es la gasolina que permite tener la energía para huir y la presión arterial elevada oxigena el cerebro que necesita agudeza para tomar decisiones acertadas en situaciones de peligro. Las pupilas se dilatan para ver más claramente, estamos listos para tomar una decisión que salva nuestra vida.

Somos como un animal. Más precisamente, somos un animal que quiere sobrevivir.

El problema. Este mecanismo está hecho para ser breve. Nos ha servido mucho en el pasado cuando los problemas frecuentemente eran correr o morir. Ahora, el problema es que los mismos mecanismos se activan y no se apagan! No son breves, son crónicos.
¿Qué los activa? Relaciones interpersonales conflictivas, malos hábitos de salud, preocupaciones financieras, adicciones, excesivo uso de las tecnologías.

El estrés tiene dos problemas a largo plazo. Te sube la inflamación del cuerpo y te suprime el sistema inmune. Mala combinación.

Otro aspecto importante, la percepción del estrés. Si en tu vida ocurren cosas que percibes como amenaza, así lo leerá tu cuerpo y reaccionará para “salvarte” la vida. El problema es que tu vida no está en peligro, simplemente te agobia la cotidianidad de la crianza, la incertidumbre de la vida, el trafico, los planes que no resultan, una gripa. Tu percepción interpreta la situación y tu cuerpo actúa dejándote en un perpetuo estado hiper vigilante.

¿Qué hacer? La vida no es posible sin estrés. De hecho, los eventos más significativos traen consigo su carga de estrés, como la maternidad, o un trabajo que nos encanta. No busques una vida sin estrés. Busca saber manejarla y fortalecer tu resiliencia. Busca conocer qué activa tu estrés y poder responder y no reaccionar. Para esto, te voy a dar una lista de actividades comprobadas científicamente que fortalecen tu respuesta frente al estrés.

Caminar en la naturaleza, conectar con amigos, ejercicio, yoga, acupuntura, terapia cognitiva, calidad de sueño, respiración, meditación, oración, una dieta saludable. Todo esto te permite acceder a la vida en su plena dimensión, que lo queramos o no, incluye su dosis de estrés.

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