Imagina lo siguiente:
Llegas a un momento concluyente: te das cuenta de una buena vez que tu relación con la comida es una pesadilla. Ya lo habías intuido, pero necesitaste estar sentada en el frío piso de tu cocina a media noche, comiéndote a escondidas medio torta de cumpleaños de tu hijo para confirmar que tal vez es hora de mirar con cuidado este tema de la comida y las emociones. Algo no está bien con esta imagen, piensas. Después de este episodio, decides que estás lista para cambiar.
Eliges una estrategia, un plan, tienes tu voluntad bien ajustada para el viaje. Pero tu entusiasmo declina y días después, estás en el mismo comportamiento. Parece un mal chiste, es como si la vida se burlara de nuestros intentos por mejorar.
La verdad es que cambiar, para todos, es difícil. ¿Por qué?
Decidimos cambiar cuando el dolor es mayor a la incomodidad de permanecer iguales. Esto puede tomar muchas formas, puede ser el desespero que sientes cuando luego de una cirugía de bypass y bajar de peso, sientes que aún tus piernas son el reflejo de tu peor pesadilla. Puede ser el dolor de una enfermedad, un accidente o una muerte. Estas en un punto de quiebre y estas lista para cambiar. Quiero contarte a qué te enfrentas al adentrarte en la anatomía del cambio.
Cuando eras un bebé o un niño pequeño, no tenías la capacidad cerebral para entender contextos y racionalizar tus emociones. Si en un momento viviste un episodio que interpretaste como rechazo o abandono, tu mecanismo reptiliano de supervivencia prende las alarmas. Finalmente un bebé necesita de amor y conexión para sobrevivir. En ese momento el dolor fue tan intenso que tuviste que crear una estrategia de evasión eficaz. Te saliste de tu cuerpo. Esto es comportamiento adaptativo porque te ayudó a evadir un dolor tan grande que efectivamente representaba una amenaza real para un pequeño niño. El problema es que las estrategias de evasión permanecen con nosotros hasta la edad adulta. Y tienen muchas formas, son comportamientos compulsivos, adictivos, que nos sacan de la realidad del momento ofreciendo un alivio temporal. Al hacerlas repetidamente durante años y años, nuestro cuerpo se habitúa a ellas. Para bien o para mal, haz sobrevivido, lo cual es un éxito para tu cerebro que intentará mantenerte en este lugar cómodo que ya ha demostrado ser seguro (seguro no quiere decir necesariamente que sea un lugar en donde prosperes).
Cuando interrumpes el comportamiento, tu cerebro se alarma y intentará devolverte a su patrón conocido, la mente inconsciente en acción. Querrá que entres de nuevo en el circulo vicioso que se alimenta de pensamiento, emoción y comportamiento. Por ejemplo, tendrás un pensamiento que dice, “ya has tratado antes y siempre fracasas, mejor cómete esta torta.” Te sientes frustrada. Te comes la torta.
La fuerza de voluntad de hierro es un mito. Si esa es tu principal estrategía, vas a fallar. La ciencia te lo puede confirmar. Sabemos ahora que la fuerza de voluntad es como una batería, se carga y se descarga. En la mañana puede estar más cargada, pero las tareas cotidianas la descargan, dejándote más susceptible a caer en comportamientos automáticos.
Es difícil cambiar, pero es posible, millones de personas lo hacen. Lo logran porque tienen la fuerte convicción que existe algo mejor detrás de lo conocido, y saltan. Se recuestan en la incomodidad porque tienen fe y saben esperar. Cambian porque tienen una buena estrategia de cambio y se entregan. Transforman sus vidas desde su mente consciente porque tienen la claridad de que quieren algo mejor y lo practican todos los días, dándole amplitud a su poder de elección y restando potencia a la mente inconsciente que defiende los viejos paradigmas.
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