Las modas son un asunto peligroso porque son moldes. Las mujeres no necesitamos más moldes. De eso ya sabemos suficiente. Es mi hipótesis que nosotras somos más susceptibles a las modas porque tenemos asuntos con una identidad comprometida, fragmentada. Las mujeres se deprimen más, tal vez a causa de la extrañeza que nos produce querer adaptarnos a una sociedad masculina. Nos colgamos títulos y nos aferramos a ellos como si validaran nuestra vida. Para nosotras, cualquier cosa puede ser una identidad y cualquier cosa puede ser una moda. Ser madres, esposas, ejecutivas, flacas, deportistas. Si se asume como rol, se volvió otra cosa. Sé que los hombres también son víctimas de caer en los vicios de las modas o las falsas identidades, pero nosotras nos tomamos más a pecho los dictámenes prejuiciosos de cualquier mentira que nos valide.

En este momento, las dietas han perdido popularidad. Pero esta moda no desaparece, solo se transforma. En mi opinión, el tema del fitness, es la versión actualizada de ese mismo anhelo por encajar cuerpos en moldes. Cuerpos de mujeres. Es una moda que le habla directo a las mujeres. Estamos hablando de los mismo, aunque con el pretexto de buscar salud. Pero no es salud lo que buscamos, es validación.

Claro, hacer ejercicio y comer bien, te salvan la vida. Si se hacen desde el amor propio. Pero si lo haces por encajar, por parecerte más a lo acordado como el ideal, te confundiste otra vez. Por eso, soy cuidadosa con el tema del fitness, a veces desconfío. Lo hago porque es una manera de estandarizar cuerpos y muchas veces, hasta de discriminar. No promueve la diversidad de los cuerpos femeninos, y esa sí es una conversación que deberíamos tener. Desconfío porque la salud no tiene una forma específica, esa viene de adentro y no está sujeta a ningún tipo de moda.

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