Recientemente, me crucé con un estudio que investigó cuales son los mayores miedos en mujeres y hombres. Los resultados me sorprendieron, y al mismo tiempo, ya los sabía. Los hombres dicen que su peor miedo es que las mujeres se burlen de ellos. Y las mujeres, sienten miedo de ser agredidas violentamente por los hombres. Y que las maten.

Por un lado, las mujeres estamos en alerta. No sé si somos conscientes de la cantidad de mujeres que mueren a causa de violencia por parte de sus parejas. Los números son desconcertantes. El 30% de toda la población femenina, ha reportado alguna agresión por parte de su pareja. Y no es un fenómeno que afecta exclusivamente la intimidad de una familia. Según Valerie Hudson, el indicador más preciso de violencia en un país, es lo que ocurre al interior de las familias. Si el entorno familiar normaliza el sometimiento y la violencia, serán actitudes que se replicarán fuera del núcleo familiar.

Y los hombres. Cuando estaba contándole a mi esposo sobre este asunto del pavor de los hombres de ser ridiculizados, me dijo que sí. Que es cierto. Me dijo que muchos hombres no lo reconocerían, pero que lo considera una declaración cierta. Lo sabe porque así lo vivió por mucho tiempo. Su miedo era la burla y el rechazo por parte de las mujeres.

En su versión más extrema, un hombre prefiere matar a una mujer, antes de verse abandonado por ella. Sé que hay fuerzas primordiales que nos mueven a asegurar nuestra reproducción, son nuestros impulsos sexuales. Como dice Camille Paglia, el sexo es la intersección entre sociedad y naturaleza. Y la naturaleza es una ruda batalla por sobrevivir. También hay disfunciones culturales que han llevado nuestros instintos a extremos muy dolorosos.

Todo este asunto me puso a pensar en la polarización de los géneros. En la distancia enorme que existe en nuestras mentes. Y al mismo tiempo, en la total cercanía y necesidad de uno por el otro. Nuestros miedos son una declaración de necesitar y querer al otro, pero tenerle miedo. Porque los hombres también nos tienen miedo. Uno sicológico, que puede destruirlos interiormente.

Qué tristeza que los hombres no puedan expresar tristeza y miedo. En muchos casos, nosotras somos las encargadas de subirlos en esos pedestales de machos sobreprotectores y territoriales. Ellos también nos meten en moldes, y nos someten. Lo hacen para controlarnos, y de esta manera corren menos riesgos. De ser ridiculizados. Abandonados.

No es fácil. La realidad, es que hombres y mujeres, como dice Hudson, somos como las alas de un pájaro. Sin alguna de sus alas, no puede volar.

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