Todas tenemos algo que ya funciona en nuestra vida. A veces, no es fácil verlo. Nuestro cerebro simplemente prefiere enfocarse en lo negativo, es parte de una naturaleza antigua que considera prudente imaginar el peor escenario posible. Son esos legados de los que hablo frecuentemente. Los menciono, no para creernos víctimas de un cableado interno que no apoya nuestras iniciativas de felicidad, sino todo lo contrario. Los menciono porque son programas, y pueden ser desprogramados. El primer paso: saber que existen.

En todo caso, siempre hay algo que vale la pena. Algo desde lo cual podemos construir. Usualmente son cosas sencillas, pero esenciales. Esta es una de las cosas que más me gusta recalcar. A veces la desesperación por bajar de peso o por cualquier otra cosa que falta, nos empaña la capacidad de ver todo lo que va bien. Tanto de eso que funciona si esta en nuestro control. Podemos construir sobre lo bueno y tener una influencia directa en nuestros niveles de felicidad.

Por ejemplo, la calidad de nuestros vínculos. Las relaciones que tenemos con la gente. Siempre hay alguien que queremos, que nos quiere. O alguien a quien acercarse. Un estudio reciente reveló que la gente recibe gratificación sostenida en el tiempo al unirse a un club social, que se reúne una vez al mes, y no de un incremento de salario. Esos resultados son tan contra intuitivos, se oponen a los mensajes que recibimos diariamente sobre lo que debemos perseguir para conseguir felicidad. La calidad de los vínculos es una de esas llaves mágicas. Como la gratitud. Nunca se gastan y siempre tienen algo nuevo para ofrecer.

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@camilasernah