Al parecer, todas tenemos una historia para contar. Tantas mujeres se han sumado al #metoo, que es difícil no darse cuenta de lo mucho que esta sociedad maltrata a sus mujeres. Yo también tengo mi historia. Como a muchas, me ocurrió cuando era joven. Mi primer jefe resultó atrevido y cruel. Cuando no consiguió lo que buscaba, decidió ignorarme y tratarme despectivamente. Entiendo cuando las mujeres dicen que creyeron que la culpa era suya. Que hicieron algo mal. Yo sentí vergüenza y salí corriendo.

Esto pasó hace tiempo. No pensaba en este incidente hasta que ocurrió lo del #metoo. Me sorprende lo mucho que normalizamos este tipo de conductas. Pensaba en el episodio como un evento desafortunado, pero nada grave. Pero sí es grave. Es grave que el entorno laboral en donde esto ocurrió, sabe sobre este tipo de conductas y las normaliza. Sucedió en una agencia de publicidad, un medio reconocido por grandes egos y fiestas. El lugar perfecto para que los hombres deformen su masculinidad agrediendo a las mujeres. Es grave que una joven mujer internalice una creencia sobre su capacidad para hacerse valer. Que la callen cuando tiene algo para decir. Es grave que crea que los hombres tienen ciertos derechos sobre las mujeres y poco o nada, puede hacer al respecto.

Soy coach y trabajo con mujeres. Oír sus historias es oír el eco del #metoo. Claro, no todas tienen incidentes con hombres puntualmente. Pero sí, una gran mayoría, tiene creencias sobre su valor y su capacidad para decir qué necesita.

En todo caso, espero que las niñas que vienen crezcan sabiendo qué es normal y qué no lo es. Desde el principio. Y espero que los hombres aprendan a vivir su masculinidad desde el respeto. Porque cuando una mujer es maltratada, abusada, herida, ese hombre tampoco sale indemne. Está confundido, no sabe cómo ser vulnerable y sufre por eso. Todos pagamos un precio, esto no es un asunto de mujeres.

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