Los atracones son un fenómeno común. Mucha gente los experimenta con frecuencia, pero casi nadie confiesa tenerlos. Son un acto solitario que usualmente ocurre en privado. A la gente le da pena decir que pierde el control con la comida, pero la vergüenza nutre esta conducta. En todo caso, los atracones son incómodos y restan energía. La gente lucha con ellos por años porque aún no comprenden la naturaleza de su conducta.
Creen que es un asunto de disciplina o de fuerza de voluntad. Pero no lo es.
Los atracones son un efectivo regulador emocional y comprenderlos es el primer paso para erradicarlos permanentemente.
Ahora bien, un atracón es muchas cosas. Es el dolor de la pérdida del control; y, al mismo tiempo, es la necesidad de perder control.
Es el caucho que se revienta. Es un mecanismo de alivio. Es una declaración de rebeldía ante la restricción y también un efectivo consuelo y guarida. Los atracones son fieles, pero cobran un precio muy alto.
Un atracón es comer, no para nutrirte, sino para irte. Es comer hasta que sientes no poder más. Es comer parada frente a la nevera. No disfrutas porque no estás presente. Cuando el atracón se acaba, queda la culpa y la vergüenza. El cuerpo, indispuesto y agobiando.
Conozco bien el tema de los atracones, son un tema recurrente en mi práctica de coaching. Si te sientes identificada y quisieras cambiar esta conducta, te invito a un Webinar gratuito en donde compartiré contigo las 5 claves que te ayudarán a sanar tu relación con el alimento.
Webinar:
No más atracones. 5 claves para sanar el descontrol con la comida, definitivamente.
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