Anoche estuve en la premiere de la película I Feel Pretty con mi amiga Margarita.
Desde que la vi anunciada, supe que quería verla.  Principalmente, porque me gusta Amy Schumer y quería ver su interpretación de un movimiento que toma fuerza en la cultura. La aceptación del cuerpo y el desafío a las normas de belleza son un gran cambio en el status quo.

Para Margarita y para mí, fue evidente que no somos exactamente el publico objetivo de la película. Sentadas conversando, viendo a la gente tomar sus asientos, nos vimos en medio de la algarabía de una sala repleta de adolescentes emocionadas y llenas de expectativa.

Para mí, como profesional que trabaja con las mujeres adultas que se obsesionan con su apariencia, sé que el tema de la película es importante. Pero no soy una adolescente y no considero la película particularmente buena. La considero relevante.

El movimiento de la aceptación del cuerpo o body positivity inició en los años sesenta como un movimiento de liberación de los cuerpos más marginalizados. Era una voz para los súper obesos mórbidos, los cuerpos relegados a la periferia de la sociedad. Inició como un movimiento de carácter político que hablaba de extrema gordura y su interseccionalidad con temas de género, raza y clase. Un cuerpo como el de Amy Schumer no clasifica dentro de las luchas de estas personas que iniciaron esta conversación décadas atrás.

La realidad es que el movimiento por la aceptación del cuerpo se ha popularizado y gentrificado. Esto indigna a muchas feministas, pero es probable esta especie de comodificación del mensaje sea la única manera de que llegue a muchas niñas. Y eso, es más importante que cualquier otra rigurosidad.

Si la teoría nadie la lee, no sirve. I Feel Pretty es una película comercial y visible. Pero si abre una grieta de amplitud en la mente de una niña que considera que la belleza es la clave de la vida, la película es, principalmente, un éxito.

No soy una feminista rigurosa y para mí, la película es un paso en el camino correcto. Le llega a las niñas y las hace reír. Amy no encaja en los típicos cánones de belleza de Hollywood, el mayor productor de imágenes, expectativas y creencias del planeta. Más películas con mujeres como Amy es progreso. Más adelante, podemos aspirar a ver mujeres que se acercan aun más a la periferia y así, lentamente, todas sabremos que todos los cuerpos son legítimos. Baby steps, baby steps.

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