Ser flaco es muchas cosas en esta cultura.

No solo es el número en la balanza, también es símbolo de estatus y de tener la vida en orden. Es un símbolo de salud y de nuestra capacidad para disciplinarnos. Como comemos es un asunto moral. Esto lo digo, y habrá quienes pensarán que exagero, pero como coach que investiga estos temas, estoy convencida de la complejidad del asunto y de cómo las creencias sobre delgadez versus gordura, se nos cuelan en nuestras construcciones culturales de las maneras más insólitas. 
 
Siendo como soy, investigo lo que haya que investigar. No puedo negar que he aprendido mucho sobre las implicaciones de la guerra contra la obesidad. He aprendido sobre el estigma que la gente con sobrepeso enfrenta todos los días, inclusive de parte de las industrias creadas para proteger, como el gremio medico.
 
El tema del peso tiene muchas capas. No es un asunto blanco y negro como lo quieren pintar en medios. No es una cuestión de volver a los gordos en flacos por su propio bien. La realidad de la industria de las dietas es que menos del 1% de las personas logran bajar de peso y mantenerse por más de una década (estudio). Nadie sabe cómo lograrlo porque estuvo mal planteado desde el comienzo. Nunca debió ser una guerra. 

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