El otro día me di cuenta de algo sobre la moda del fitness.
La premisa de semejante movimiento de mercadeo es que el deporte es un imperativo social y una actividad que nos debe gustar: debemos disfrutar hacer ejercicio y de cada minuto de esfuerzo físico.
Saliendo a clase de yoga, un deporte que me gusta, me di cuenta de que no quería ir. Cuando llegué a la academia, quería huir; y cuando entré a la clase, quise salirme antes. Ahí fue cuando me di cuenta de algo: no hago yoga porque me guste cada minuto, lo hago porque hay que hacerlo. La resistencia que siento, es normal. Y Atravesarla cumple una función vital: me enseña a hacer cosas que no quiero. Eso sirve como ninguna otra cosa en la vida.
Pero el fitness me dice que tengo que adorar cada instante y si no lo adoro: hay algo que hago mal. Se equivocan. La resistencia es natural. No hay que rechazarla o negarla, hay que atravesarla.
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