Darle neutralidad a toda la comida es un paso requerido para sanar la relación con ella.

Si, helado, pasta, galletas, queso y algodón de azúcar. Todo.
Si, brocoli, kale, quinoa y leche vegetal. Todo.

Porque si fragmentamos a la comida en buena y mala, la «mala» será una obsesión.

Si la pasta es una amenaza, nuestra psicología nos llevará directo hacia el «peligro».

Si el pan es castigo, lo buscaremos cuando ya la tensión de buscar perfección sea insoportable.

Darle neutralidad a toda la comida se traduce en confianza, y en alivio. En la tranquilidad de saber que escogemos sin la necesidad de crear categorías o juicios.

Cuando toda la comida sea una opción, no habrá compulsión. Verás cómo tu cuerpo sabe parar y elegir. Estarás presente para sentir cómo cada alimento interactúa con tu cuerpo y tomarás nota; pero jamás permitiendo que tu comida dicte si tu día es bueno o malo.

Habrá elecciones, no más; y, claro, no todas te gustarán, (porque comer intuitivamente no es comer perfectamente) pero hablarán de tu capacidad para nutrirte no solo de comida. También de aceptación, confianza, cariño.

 

Camila Serna

COACH Nutrición mente/cuerpo

www.francamaravilla.com