De todos los sabores, mi hijo escoge la paleta de chicle. No le digo que no. Solo veo como saborea su paleta y mastica las bolitas de colores que están incrustadas en el helado. Bolitas azules y moradas y rosadas.
No le hablo de colorantes artificiales. No le digo que el sabor de su paleta no existe, que es alguna concocción de laboratorio. Le doy el espacio para que sienta placer, sin restricción.
Si interfiero ahora, en medio de su éxtasis, creerá que el placer y la culpa vienen de la mano. Peor que el chicle, es la vergüenza.
Él sabe que la paleta es una posibilidad. Su acceso a la paleta existe; quiero que él no necesite la compulsión. Su placer con la comida también viene en la forma de aceitunas y huevos, de hamburguesas y frutas.
Trabajo duramente para que vea neutralidad en su comida y sepa que todo tiene un lugar.
Trabajo duramente para no interferir.
Camila Serna
Coach nutrición mente/cuerpo