El otro día me encontré de frente en la calle con mi dentista, Agnes. Mi primer pensamiento fue: va a mirar mis dientes torcidos y va a sugerir, de nuevo, que me ponga brackets.
Pero no, su primer pensamiento cuando me vio fue: «ella es la que adelgaza a las mujeres».
Y eso fue lo que me dijo: «Tú eres la que me va a adelgazar, ¿cierto?». Se enteró de mi libro, pero no sabe con exactitud de qué se trata.
Le dije que mi propósito no es adelgazar mujeres, sino que ellas aprendan a comer sin miedo. Finalmente, como dice Suzie Orbach, la cultura convierte a las personas que saben comer intuitivamente, en personas con miedo a la comida.
Por cierto, Agnes, una mujer preciosa, no necesita que la adelgacen. Necesita dejar de darle importancia a qué van a pensar los otros sobre su apariencia.
No es tan fácil de hacer, claro, considerando que mi primera reacción cuando la vi también tuvo que ver con mi apariencia.
En todo caso, le dije que mi objetivo era reconectar a las mujeres con el placer de comer y de nutrirse, y no solo comer para no engordar.
Me miró aliviada, sabía exactamente de qué hablaba.