Halloween es un día que los niños esperan con ansias. Es comprensible, el resto del año no van por las calles, en la noche, recogiendo dulces, disfrazados y cantando. Del lado de los padres, el tema de los dulces les pone los pelos de punta. Así que con este corto artículo les quiero contar lo que sé sobre la restricción, el permiso y la confianza en el cuerpo.
Quisiéramos que nuestros hijos escogieran frutas sobre dulces, y eso no es del todo imposible. Nuestro mejor chance para lograrlo es que ellos sepan que tienen acceso a dulces. Acuérdense que lo que prohíben cobrará un atractivo inmensurable. (1)
La evidencia en los niños dice que entre más restricción e intervención haya por parte de los padres, los pequeños mostrarán más tendencia a: ser más pesados, comer emocionalmente y desconectarse de sus señales naturales de hambre y saciedad. (2)
Lo importante es lo que hacemos la mayoría de los días, no lo que ocurre un 31 de octubre. Ellos pueden comer de más y nada grave está pasando. Lo mejor que podemos hacer es emocionarnos con ellos y dejarlos disfrutar su día. Que recojan sus dulces y que sepan que tendrán acceso a ellos. Al hacerlo, el mensaje es de confianza. Así sabemos que ellos tienen los recursos biológicos para regularse con la comida. Y es que, curiosamente, legitimar los dulces, darles su lugar, puede hacerlos menos interesantes.
Comer de más debe estar incluido en una manera de comer de forma flexible e intuitiva. Ingerir comidas no saludables, también. Si no lo estuviera, estaríamos hablando de la rigidez que caracteriza a muchos de los desordenes de la conducta alimentaria.
Adicionalmente, la adicción a la azúcar es rebatible. Los estudios con ratas solo muestran comportamiento ansioso cuando el acceso al azúcar es intermitente y limitado, no cuando tienen acceso ilimitado. Así mismo, la comida se diseñó para hacernos sentir bien, razón por la cual activa nuestros centros de placer tanto como lo hace un abrazo o el sentir conexión con los otros. Algo distinto es sentirse fuera de control con la comida, lo cual es un fenómeno real de muchas capas que, frecuentemente, tiene que ver más con la restricción, que con la comida en sí.
Comer azúcar tiene efectos en el cuerpo, no lo estoy negando. Pero, sepámoslo, inculcar terror a comer algo que hace parte de nuestro mundo y, especialmente, del mundo de los niños, va a tener una consecuencia contraria a lo que queremos. Lo que hacemos y decimos tiene efectos, también; de hecho, si decimos “no comas esto porque te engorda”, puede predecir en ellos una ruptura en su relación con la comida.(3)
Enseñar a comer sí tiene guías y parámetros, pero están mediados por la confianza y no por el terror a la comida. Con los dulces que quedan en casa después de Halloween, puedes dejarlos en un lado en donde ellos puedan cogerlos. No para ‘picar’ con ellos todo el día, sino para añadirlos a sus comidas regulares. Inclusive, Ellyn Satter, nutricionista experta en niños, sugiere que haya un segundo día de libertad absoluta con los dulces, especialmente para niños que muestran tendencias ansiosas con el azúcar.
Así que, en el centro de Halloween, que hayan risas y máscaras y claro, dulces.
Referencias:
- Restricting Acces to Palatable Foods Affects Children´s Behavioral Response Food Selection and Intake” Amercian Journal of Clinical Nutrition (1999)
- Impact of Parent and Caregiver Eating Messages, Kroon Van Diest y Tylka, 2010.
- Wansink, B., Latimer, L. A., & Pope, L. (2017). “Don’t eat so much:” how parent comments relate to female weight satisfaction. Eating and Weight Disorders-Studies on Anorexia, Bulimia and Obesity, 22(3), 475-481.