Si miras bien, te das cuenta de que la cultura promueve la culpa al comer.

El fenómeno es extraño, parece que comer fuera comparable con cometer algún tipo de delito o pecado.

Esta culpa está vinculada a la manera como creemos que cada bocado define aspectos de nuestra capacidad para controlar nuestros apetitos (o controlarnos en general).

Nuestra relación con la comida ha sido secuestrada, ya ni nos damos cuenta hasta qué punto hemos normalizado el hecho de bañarnos en culpa cuando comemos algo de la categoría “prohibida”.

Sin embargo, la culpa, no toda es mala. Existe un tipo de culpa constructiva que te invita a mejorar.

Te dice: cometiste un error, aprende y hazlo mejor la próxima vez.

La culpa al comer, por otro lado, es culpa malsana que se entreteje con vergüenza y que te dice: eres un error, la manera como comes, es quien eres.

Por eso, la culpa al comer jamás te invita a mejorar.

Te aplaca y te paraliza porque habla de tu identidad, no de tu conducta.

Si quieres deconstruir la culpa al comer, puedes entrar en ella como quien atraviesa una puerta para entender. Quédate con las sensaciones de la culpa, y pregúntate:

¿De dónde aprendí a sentir culpa al comer? ¿Qué tipo de mensajes promueven esta emoción? ¿Me ha servido esta culpa para modificar hábitos? ¿He cometido una grave ofensa moral al comer esto? Cuando creo que he comido de una manera «mala», ¿qué tipo de mensaje constructivo podría decirme, en lugar de reprocharme?

Camila Serna
Coach nutrición consciente, autora de Yo debería ser flaca (Penguin Random House)
www.francamaravilla.com
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