A Cristóbal, mi hijo de cinco años, no le preocupa el coronavirus.

Casualmente le indago, hago preguntas para asegurarme de que está bien, ¿cómo te sientes, Cris? ¿qué extrañas?

Él no parece extrañar nada, me da la impresión de que Cristóbal vive sus días como días completos, que no les falta nada.

Nos son días incompletos porque no fue al parque o porque no pudo montar en bicicleta.

Mi hijo sabe que esto acabará un día, pero no pregunta cuándo, parece no importarle.

Le importan las actividades que hacemos en familia, si vamos a preparar hamburguesas, si podemos hacer la sesión de baile, si puede ver el programa de televisión que le gusta.

Su manera de entregarse a la cuarentena me confronta con lo que significa vivir en el presente y entregarse al ahora como lugar completo, lleno de vitalidad y de presencia.

Por mi lado, yo me preocupo de que Cristóbal no toque el pasto, de que no corra, de que no le llegue suficiente sol.

La cuarentena con un niño es un regalo que me cuesta. Me confronta y me libera, me asusta y me transforma.

Es evidente que mi hijo sabe cosas que yo no sé, vamos a ver si la cuarentena me ayuda a recordar.

Camila, coach y escritora 
www. francamaravilla.com 

IG: @francamaravilla