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El odio está de moda. Todo el mundo tiene odio. Odio al jefe negrero. Odio a la suegra metiche. Odio a Yoko Ono por separar a The Beatles. Odio al cinturón que nunca le miente a la cintura. Odio a los lunes. Odio a la hora pico. Odio a la hora pico sin taxis disponibles. Odio a la hora pico sin taxis disponibles y lloviendo. Odio a la hora pico sin taxis disponibles, lloviendo a cántaros y con el paraguas olvidado en la casa.
El odio es inmensamente popular y ningún área está exenta de su influencia. Por ejemplo, en el deporte: “Qué aburrido es ver a veintidós tipos que no terminaron el bachillerato, ganar dinero por patear un balón”. En la cultura: “El cine nacional es lo peor, prefiero las películas gringas donde no toque pensar”. En la democracia: “Nunca pierdo mi tiempo votando, porque el resultado nunca es el que yo quiero”. En la religión: “Quien no le rece a mi dios, se pudrirá en el infierno”.
El odio es famoso y no por ser la otra cara de la moneda del también célebre amor, como se suele afirmar erróneamente. El odio es famoso porque es el mismísimo amor pero vestido de frac.
‘Odiar’ no es el antónimo de ‘amar’, porque si odias algo, no estás obligado a amar a su contraparte. En otras palabras, si odias las verduras no quiere decir, automáticamente, que ames las parrilladas. Si odias la televisión no quiere decir que ames -o siquiera leas- los libros. Si odias el reggaetón no quiere decir que ames la buena música. Si odias a un político no quiere decir que ames a su opositor. Si odias a tu esposa no quiere decir que ames a tu amante.
El enemigo público del amor, en realidad, es la indiferencia. También es el enemigo acérrimo del odio. Por lo tanto, una canción que pasó por la radio sin pena ni gloria es peor que un éxito de reggaetón, porque el odio hacia los seguidores del ‘perrea, mami, perrea’ sólo los une más y les da más publicidad.
‘Amar’ tampoco es sinónimo de ‘odiar’, pero ambos sí operan en la misma frecuencia. La esposa ama a su marido, pero odia a la amante. El borracho ama la cerveza, pero odia la resaca. El futbolista ama los goles, pero odia los autogoles. El amor ama al corazón, pero odia al cerebro.
Aquello que se odia, está siempre orbitando alrededor del planeta amado. Su presencia es una amenaza constante a la zona de confort. El que obtuvo el ascenso que tú merecías, el que se acostó con tu amor platónico, el que se viste con la ropa que tu sueldo no puede pagar, el que saca la máxima nota sin estudiar tanto como tú… todos ellos conforman el mecanismo de control más elegante del amor, para que evites dormirte en tus laureles.
Establecido lo anterior, aclaremos que así como existe el colesterol malo y bueno, e incluso la envidia mala y buena, asimismo hay odio malo y bueno. El odio bueno es un polo a tierra, materializado en múltiples obstáculos en tu camino insatisfecho, para que valores el arribo a la meta. El odio malo es una sensación que te impulsa a cambiar el mundo, sin cambiar tú.
El odio malo busca una sola moral, raza, religión, ideología y, especialmente, una sola manera de pensar. Para rematar, lo hace disfrazado de amor puro. Es como el antagonista de las telenovelas que recurre a todo tipo de artimañas, en nombre del corazón, para ser correspondido por la protagonista; lo cual estaría justificado nada más si debe enamorar a Scarlett Johansson.
Al final de cuentas, debes desconfiar de quien asegura que en su corazón ‘sólo hay amor y ni una pizca de odio’, porque es como decir que, en este planeta impregnado de McDonald’s, tu corazón sólo tiene colesterol bueno y ni una pizca del malo. También es como decir que por esos que han disfrutado de las curvas de Scarlett Johansson, sólo tienes envidia de la buena y ni una pizca de la mala. No hay peor corazón que el que no siente el odio bueno y que, además, se hace el ciego ante el odio malo que cultiva con otro nombre.
Hasta una próxima verdad humanamente irracional, Amigos de lo Salvaje.
Lucano Divina
Comandante Macondo de la Revolución Animal
Selvas de Sur America, septiembre 20 de 2012
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Jajajaja! Genial!
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Solo estoy de acuerdo en que el “enemigo público del amor, en realidad, es la indiferencia”, lo demás podría odiarlo.
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Excelente, tigre!!!!!!! Hace rato no te escribía por acá, porque siempre lo hago en Twitter. Pero felicitaciones, me encanta como le das vuelta a las cosas y siempre nos muestras un ángulo que desconocíamos, o que simplemente nunca quisimos ver porque la sociedad y la supuesta buena moral nos enseño otra cosa. Felicitaciones una vez mas, esta muy bueno!!
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Muy bueno!
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