Aprovecho  esta época de repartición de regalos, premios y distinciones,  para reconocer y enviar un mensaje  a quien este blog considera el personaje del 2016: los millennials de las FARC. En este grupo generacional se ubican todos aquellos nacidos a partir de los años 80, es decir, menores de 35 años;  dependientes de las tecnologías de la información y comunicación, amigos de ritmos vertiginosos y tiempos cortos, entusiastas de la inmediatez y cedidos a la impaciencia. Para nuestro caso, la versión colombiana de millennials son los que nacieron, han crecido y en alguna medida se han reproducido, habituados a diversos fenómenos violentos: el conflicto armado socio-político, la cumbre y caída del imperio de los carteles del narcotráfico y la mutación de estos a bandas que posan de reguetoneros. Todos nietos o bisnietos de la prohibición de drogas, urdida por las generaciones de inicios del siglo XX.

El mensaje de reconocimiento no  sólo va dirigido a combatientes jóvenes que mientras esperan su desmovilización se dedican a hacer manequin challenges. También  está dedicado a  todos ustedes, menores de treinta y pico, desplazados, secuestrados, reclutados, exiliados, huérfanos, mutilados, combatientes o excombatientes, militantes, resistentes, militares y  activistas. Para  ustedes, así como para las generaciones X, Y y otros arcaísmos, las FARC son un dado, estaban allí, empotradas, enconadas y muchas veces entronadas, en la lógica de la confrontación armada. Ustedes han sido víctimas de esta guerra que algunos expresidentes se empecinan en negar, como presidentes electos en otros lugares del mundo niegan el cambio climático.

Aunque no todo ha sido oscurantismo, su generación también ha tenido oportunidad de montarse en olas de esperanza: la desmovilización y desarme de nueve grupos guerrilleros, la Asamblea Nacional Constituyente y la Constitución de 1991, el fin de las fumigaciones aéreas de las plantaciones de coca, el Acuerdo Final, la regulación de la marihuana medicinal, el Nuevo Acuerdo Final, han sido instantes que les y nos hicieron creer que una sociedad incluyente, progresista, tolerante, era posible. 

Pues ¡NO! queridos millennials, el 2016 probó lo contrario, dejándoles retos comparables a los que enfrentó la generación de la Ilustración durante la primera mitad del siglo XVIII, quien impuso la razón a la superstición, o incluso al movimiento contracultural de los años 60 que confrontó  autoritarismos con equidad. En adelante millennials, les corresponde, por ejemplo, defender la evidencia científica, la veracidad de la información, la diversidad, en general,  los valores fundamentales de la sociedad liberal. Valores que generaciones anteriores consideramos preponderantes de manera arrogante y sorda, subestimando a todo aquel que no estuviese de acuerdo.  Por ello, son ustedes la generación que debe superar el desconocimiento del otro, llevándonos  a una polarización insular y acudiendo a la violencia como únicos mecanismos para resolver diferencias. En breve,  millennials Colombianos, tienen el mandato de diseñar y desarrollar un proyecto de estado-nación viable, en donde quepamos los del Sí, los del No, los Uribistas, las Izquierdas, los Le Febrecistas, los Evangélicos, la población LGBTI, las FARC, el ELN, las elites, los mestizos, los afros, indígenas e inclusive una versión no violenta de narcotraficantes, que tienen un poco de todos los anteriores.

Después de los resultados de procesos ‘democráticos’ como el Brexit en el Reino Unido, la elección de Durterte como presidente en Filipinas, el plebiscito del pasado 2 de octubre en Colombia y la elección de Trump como presidente de E.E.U.U., la tarea se les pone más peluda; les corresponde enseñarnos a  perdonar, a convivir con el reaccionario y tolerar al intolerante, a escuchar al godo y promover la participación pacífica de todos. Millennials, no intento darles fórmulas, trazar rutas, ni incluso darles consejo, con este reconocimiento como personaje del 2016, les deposito mi confianza, para que quienes estamos en sánduche generacional, no desfallezcamos o sucumbamos frente a la intransigencia de quienes aún catalogan como pecado alterase los sentidos con sustancias o a la pluralidad como una amenaza a la familia. El motor de la guerra es la tozudez, no las plantas de marihuana o de coca y mucho menos la diversidad sexual.

2016 será recordado como el año del retorno del populismo reaccionario, del primer accidente fatal de un vehículo sin piloto, de la muerte de Bowie, Prince, Juan Gabriel, Cohen, de la  ideología de género, de dos acuerdos de paz, de un nuevo Nobel para Colombia, de cinco mil fatídicos intentos de búsqueda de refugio en Europa , de la entrada de Estados Unidos al salón de las repúblicas banana con su zika, intervención extranjera y presidente payaso incluído, pero sobre todo, el año de la esperanza depositada en los millennials de las FARC.