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Coincidencialmente a las elecciones de Estados Unidos, la semana pasada el Congreso de la República debatió el proyecto de acto legislativo que buscaba regular el consumo del cannabis. Increíble que mientras se hundía uno de los proyectos más importantes, todos tuviéramos los ojos puestos en Pensilvania. La realidad es que si nos gusta tanto Estados Unidos, el Congreso no debería pasar por alto el hecho de que esta semana en Nueva Jersey, Arizona y Montana se legalizó el consumo de marihuana recreativa. Al día de hoy, 1 de cada 3 estadounidenses viven en un Estado donde el consumo es legal. Mientras tanto en Colombia, el Congreso hunde por segunda vez consecutiva en un año la posibilidad de abrir un mercado legal de cannabis recreativo.

Por supuesto que con la altura de debate de algunos congresistas no faltaron los argumentos que buscan camuflar el conservatismo y el prohibicionismo sin sentido con en el cuidado de los niños, pero lo que realmente muestra el Congreso opositor de la marihuana recreativa es, indudablemente, una complicidad con el narcotráfico y con los grandes carteles. Fueron, son y parece que permanecerán siendo su mejor aliado. En esta discusión, parece no haber lógica, evidencia y argumentos que convenzan a los conservadores -más de ideas que de partido- que buscan perpetuar el status quo no solo en la sociedad sino en el negocio del narcotráfico y su alta rentabilidad.  

Uno de los casos más interesantes de cómo la legalización de la marihuana ha golpeado la grande industria del narcotráfico y al crimen organizado encarnado por los carteles -que por supuesto el Congreso ignora- es el de México y Estados Unidos. Con la legalización de la Marihuana en más de quince estados de Estados Unidos, las utilidades de los carteles mexicanos ha caído de manera determinante. De acuerdo a información de la DEA, el cartel de Sinaloa recibe la mitad de sus ingresos de la marihuana y gracias a la aprobación del cannabis recreativo, en EE. UU. el cannabis ha pasado de ser un mercado negro a una industria donde se premia la innovación a través de distintos productos como los brownies y las gomitas. Estos son productos que los carteles no ofrecen y, por tanto, su mercado no puede competir. Detrás de esto, existe una explicación económica; los carteles utilizan la violencia y la intimidación con el uso de la fuerza como herramientas para garantizar su prevalencia en el mercado ilegal, mientras que en un mercado legal las herramientas utilizadas para prevalecer son elementos como la innovación y la destrucción creativa.

Ahora bien, por supuesto que en el caso colombiano la realidad es otra y la producción ilegal está focalizada primordialmente en la coca, pero esto no quiere decir que la marihuana no sea producida ilegalmente. Según el observatorio de drogas del Ministerio de Justicia, se han monitoreado cultivos ilegales en Cauca, Magdalena, Tolima y Nariño, puntos centrales del crimen organizado. Además, el complemento legal que significa la legalización del cannabis recreativo con la del cannabis medicinal representa una oportunidad de mercado para Colombia.

Son miles de razones por las cuales el Congreso debió legalizar la marihuana, pero no importan los esfuerzos de representantes como Reyes Kury del Partido Liberal por el Valle del Cauca o, incluso, de Gabriel Santos del Centro Democrático, que dan el debate como debería ser, con evidencia y datos en mano. Aunque argumentos existen en el debate, no interesa que casos de éxito como el de México y EE. UU. se presenten, los congresistas negacionistas insistirán siempre en el trasnochado prohibicionismo. En conclusión, si verdaderamente nos gusta tanto Estados Unidos, sabemos donde están Arizona, New Jersey y Montana para las elecciones y además, estados donde el cannabis recreativo es legal,  como ciudadanos debemos exigir que se presente de nuevo esta iniciativa legislativa y hacer presión en el Congreso de la República para que deje la mojigatería.

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