Aunque en muchos países se trata de una práctica de hace varias décadas, en Colombia apenas comienza a imponerse en la agenda pública la tendencia de aprovechar los desechos orgánicos de los animales (e incluso de los humanos) para la transformación en gas y electricidad y en abono (y fertilizantes).

La semana pasada, el Iica culminó la implementación de un proyecto en Santander de Quilichao, departamento del Cauca (Colombia), que beneficia a la comunidad indígena de los Nassa (60 familias en total, 11 parcelas de agricultores y 9 centros educativos en 6 municipios) mediante la transformación del excremento de más de 600 cerdos en gas, que a su vez genera electricidad y energía térmica. «Mediante un trabajo mancomunado entre Fundación Pro Orgánica, el Gobierno de Finlandia y el IICA se logró la producción de biogás para usos térmicos y generación de electricidad y fertilizante orgánico para cultivos, montaje de 20 biodigestores familiares, 1 semi industrial y formación en agro energía», afirmó Luis Alberto Condines, representante de la oficina del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura en Colombia, IICA.

El proyecto, denominado «Autonomía energética y alimentaria mediante la gestión integral de la materia orgánica», contempló la instalación de 21 biodigestores (los dispositivos a través de los cuales los desechos orgánicos se convierten en gas) y capacitación técnica en agroenergía para los miembros de la comunidad indígena. «En Colombia ya se ha comenzado a entender la importancia de este tipo de proyectos y desde el Gobierno estamos trabajando fuertemente para que en un escenario de postconflicto el país pueda contar con iniciativas tan sostenibles, incluyentes y eficientes como esta», afirmó Mauricio Mira, director de Crecimiento Verde del Ministerio de Medio Ambiente.

El proyecto contó con una inversión de casi 600 millones de pesos y se ejecutó (en los municipios de Santander de Quilichao, Toribio, Corinto, Caloto, Miranda y Buenos Aires) a través de cuatro grandes componentes: un biodigestor semi-industrial de 300 m3 (recipiente hermético en el que se trata el material orgánico), en la porcícola Loga con una capacidad máxima para albergar 1.200 cerdos, ubicada en la finca comunitaria Gualanday, donde viven 60 familias. Actualmente se está generando alrededor de 12 m3 diarios de bioabono para fertilizar sus cultivos sin ningún costo producidos con una población actual promedio de 650 cerdos.

Con este biodigestor, adicionalmente se generan alrededor de unos 80 m3 de biogás/día para su uso en las cocinas y el funcionamiento de un motogenerador de 10KW que permite a los beneficiarios generar su propia energía eléctrica. “Más allá de los beneficios de este proyecto piloto lo verdaderamente importante es su impacto y el alcance, ya que la comunidad dispondrá a partir de este momento, de las herramientas necesarias para definir a futuro su propia política y estrategia regional de autosuficiencia energética y agrícola, sustituir poco a poco las energías fósiles responsables en gran medida del cambio climático, generar ingresos adicionales a la comunidad e impulsar un  desarrollo rural sostenible”: sostuvo el representante de la oficina del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura en Colombia, Luis Condines.

El segundo componente del piloto, consistió en el montaje de 20 biodigestores tubulares familiares, en 11 parcelas de indígenas agricultores y en 9 centros educativos agropecuarios del norte del Cauca: Santander de Quilichao, Toribio, Corinto, Caloto, Miranda y Buenos Aires; y en la capacitación a los usuarios beneficiados en las parcelas y los estudiantes de los últimos niveles de básica secundaria, grados 10 y 11 de las instituciones. El desarrollo del anteproyecto para el manejo de aguas residuales para el asentamiento humano La Delicias, en el municipio de Buenos Aires, fue el tercer componente de este piloto.

El cuarto y último componente, fue la implementación del programa de capacitación en agroenergía a personal indígena de los 19 resguardos que forman parte de la Asociación de Cabildos Indígenas del Norte del Cauca- ACIN y población afrodescendiente, de los municipios de Santander de Quilichao, Toribio, Corinto, Caloto, Miranda, Buenos Aires, Jambaló, Timbío y Villarrica. Se compartieron saberes sobre la autonomía energética alcanzable mediante la agroenergía, los costos de producción de biomasa, bioetanol, biodiesel y biogás con cultivos energéticos o subproductos agrícolas o pecuarios; y utilización de la materia orgánica y su transformación para generar otros productos como valor agregado: biogás para energía térmica y eléctrica, bioabono (fertilizante liquido).

TODA UNA PARADOJA

Quién diría que el excremento de los animales o de los seres humanos podría aprovecharse de tal suerte que su transformación en gas resulte en una solución para aquellas comunidades apartadas de la cobertura de servicios públicos. Hoy, la comunidad indígena de los Nassa tiene energía eléctrica, estufas funcionando y fertilizantes orgánicos para sus cultivos, luego de implementar un proceso que se ha convertido en toda una tendencia en Europa. En ese sentido debe mirar Colombia si quiere apuntarle hacia la sostenibilidad y el crecimiento de soluciones puntuales para sus comunidades más vulnerables.

Por: Juan Manuel Ramírez Montero / www.egonomista.com