Indiscutible creer que hay un ambiente enrarecido en el país con los recientes escándalos de políticos, periodistas y privados. Y lo digo siendo un optimista empedernido. Sin embargo, si hay algo que me aterra es la soledad a la que están sometiendo al presidente Juan Manuel Santos varios de los miembros de su equipo, en un momento en el que tener puesta la camiseta del proceso de paz es clave.


 


Recapitulemos. Un director de la Policía, general Rodolfo Palomino, que debió dar un paso al costado hace mucho tiempo para ahorrarle el actual desprestigio a la institución. Un viceministro del Interior, Carlos Ferro, que hace más de 3 años viene siendo cuestionado por un presunto homicidio. Un ministro de Agricultura, Aurelio Iragorri, que le echa la culpa a los supermercados de los altos precios (al mejor estilo de Venezuela) y los pide investigar a través de la Superindustria.

Una directora del Icbf, Cristina Plazas, que sale a corregir en público a su jefe (el presidente) sobre el escándalo de los niños en La Guajira, y que, de hecho, se quedó corta en la atención urgente con ese departamento; eso, porque no todo es Twitter. ¿Y qué me dicen de la ministra de Transporte, Natalia Abello? Desde su cartera contrataron un estudio con una empresa de garaje para redefinir los avalúos de los automotores, el cual resultó ser un desafío al sentido común; hoy, a corregir y pedir excusas. El daño ya está hecho.

Pero aquí no termina el listado. El ministro de Minas y Energía, Tomás González, resultó involucrado en una investigación que acaba de abrir la Procuraduría por los contratos de su esposa con el Estado. Aunque él ya no es dueño de la compañía, fue quien le vendió las acciones a su cónyuge. Y aquí ya podemos mencionar al fiscal general y seguro próximo embajador en Alemania, Luis Eduardo Montealegre, quien convirtió a la Fiscalía en un notificador de acusados a través de la prensa; eso, por no traer a colación el contrato con Natalia Springer. Ojalá no se repita la historia de la excontralora Sandra Morelli.

No se puede quedar por fuera de este balance el, hasta hace poco, Defensor del Pueblo, Jorge Armando Otálora, que terminó ‘enamorado’ de su secretaria privada y demandado por acoso laboral. Y entre los sobrevivientes a los escándalos, aún sigue el magistrado Jorge Pretelt en una de las entidades insignes del país. No vale la pena recordar esa historia. La lista se puede cerrar, por ahora, con el actual presidente de la Agencia Nacional de Hidrocarburos, Mauricio de la Mora, que en medio de la austeridad invirtió una importante suma para participar y poder hablar en la famosa Feria del Petróleo en Houston. Con cero rondas logradas, Palacio le negó el viaje.


En este momento, en que el país está ad portas de firmar el proceso de paz, el equipo de Gobierno debe ponerse la camiseta. Creer en la paz no es pegar calcomanías en los espejos de los baños de los ministerios para ejecutar presupuesto. Se trata de mantener la prudencia, ahorrarse los escándalos y acelerar el cumplimiento de los compromisos con la gente. Será la historia la que premie al presidente Santos por este logro.

Por: Juan Manuel Ramírez Montero
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